Opinión
Una polémica adquisición
Fue una mañana completamente estúpida. No sé si una mañana puede ser estúpida, en realidad, o el estúpido fui yo por la mañana. No estaba haciendo nada, y tampoco sabía muy bien qué hacer. Quería y no podía y no sabía. Y creo que además no quería mucho. En fin, supongo que hay que verse en la situación. La desazón no tiene nada de agradable. A veces te conduce hacia las peores decisiones, sin dejar de pensar que lo estás haciendo bastante bien, que es lo dramático. Así es como acabé comprándome, sin haberlo planeado, un polémico abrigo de mujer. Es decir, sin saber cómo.
Sucedió durante esos vacíos de sentido que se forman en ocasiones ante uno. Solo puedo afirmar que, apenas pulsé un par de veces la pantalla del teléfono, ya lo había pagado. Ni en ese momento, ni después, supe si la prenda me gustaba o no me gustaba. Creo que me gustaba y no me gustaba, como si no hubiese contradicción. En todo caso, había más de lo primero que de lo segundo.
Antes desperdicié media hora viendo abrigos de hombre. ¡Como si nos sobrasen las medias horas! No hubo suerte. Solo conseguí que se me cansasen la vista y la mano de sujetar el móvil. Lo pasé a la izquierda, me froté los ojos, y entré en la sección de mujer, a ver qué pasaba. A los treinta segundos, lo descubrí. «¡Este!», pensé, aunque en mi cabeza no sonó tan categórico. Era un abrigo de efecto pelo, blanco, con cuello en solapa, bolsillos delanteros y cierre frontal con corchete oculto. Me pregunté banalmente si sería capaz de ponérmelo, y me dije que sí. ¿Era mi estilo? Me animé pensando que quizás no tenía un estilo, o no uno demasiado acotado. Elegí una talla XL y lo envié a la cesta de la compra.
Sabemos que cada uno gasta su dinero a su manera. Ya solo faltaría. Lo consigues con tus propias manos, haciendo lo que sea que hagas para ganarte la vida, así que en tu pasta mandas tú. Salvo en aquellos casos en los que estás tan perdido, tan aburrido, tan desesperado que después de una especie de golpe de Estado que te coge por sorpresa es el dinero quien asume el poder, y tú ejerces de simple brazo ejecutor. Me recordó a aquellos célebres comisionistas de Madrid, cuando la pandemia, a los que las comisiones se le metieron en las cuentas bancarias. A partir de ahí, atados de pies y manos, quizás hipnotizados por los ceros a la derecha, salieron a comprar yates, lamborghinis, ferraris, casas, relojes de lujo, noches en hoteles carísimos, más incluso que los relojes. Una desgracia como otra cualquiera. Qué difícil es estarse muy quieto cuando ganas dinero. Yo solo conozco el caso de un concursante de Pasapalabra, que después de ganar dos millones de euros aseguró que los dedicaría a escribir poesía, nada más.
Esa mañana yo me gasté 89 euros, que es poquísimo y a la vez bastante dinero. A los dos días, el abrigo llegó a casa. Mentiría si no reconociese que me emocioné. Me lo probé. No supe qué pensar. Sigo sin saberlo. Para cuando llegue el frío, y el día de estrenarlo, espero que estemos ya locamente enamorados.
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