UDEF!

¿Qué te parece? El cazador cazado no solo se llevaba un pellizco de lo que se traficaba, sino que ostentaba un cargo importante en la trama, algo como vicepresidente o cosa parecida, y quizá hasta tenía un salario mensual. Colocó a su mujer y a su cuñada para evitar delatores en la familia: en caso de descubrirse el pastel todos están implicados, así que mejor callados. El pez gordo de la UDEF —que suena a estornudo— el que se dedica a vigilar la pasta ajena, tenía la suya enladrillada y se la han desenladrillado, ¡que hihueputa! como diría el Pablo, maestro de todos estos tipos. Cierto que han tardado un par de años en pillarlo, pero es que seguro que se sabía todos los trucos para escamotear unos milloncejos y que nadie sospechase. Por de pronto la cuñada implicada tenía setenta licencias VTC —esos taxis no taxis— que probablemente servirían para lavar pulir y dar esplendor a los billetes que no iban al hueco de la pared. Debía de ser una maravillosa compañía de taxi con tanto dinero que lavar.

–Lléveme a San Sebastián de los Reyes ¿Cuanto es?

–Le llevo gratis hombre, un día es un día, pelillos a la mar.

Pues esto viene después de lo de Errejón, que también estaba muy preocupado de cómo, cuándo y a dónde arrimaban los demás la pila del traje de luces, y resultó que él no preguntaba si sí era sí o qué era; no hace falta que me explique.

Claro, a uno le molesta más que robe el que vigila porque todos necesitamos a alguien en quien confiar, en estos tiempos en que nada es verdad ni es mentira, todo es según el color del cristal que ni es cristal sino polímero prensado.

Ahora, además, viene la inteligencia artificial a terminar de rematar la jugada, y como ya no puedes creer ni en lo que ves de cerca, todo se convierte en un acto de fe. Así las cosas, voy a abrir un vino muy real que me han regalado: una botella de 200 Monges, sabia manera de buscar refugio simultáneamente en el alcohol y en la fe. Salud.

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