Opinión

En caso de no gustar

Los goces son fugaces. Han de ser sustituidos por otros

Mi hija y yo salimos a dar un paseo, cosa que evitamos siempre a toda costa por falta de sentido. No nos gusta esa falta de finalidad que se deriva del hecho de no ir a un sitio en concreto a hacer algo en particular. La inconcreción nos desinfla. Por eso, a los cinco minutos, desistimos del paseo y nos metimos en una conocida tienda de ropa. A lo mejor eso tampoco tenía sentido, pero nos gusta. ¿Qué hay más concreto que una camisa, un jersey, una falda, un zapato, una pinza del pelo? Nos pasamos casi una hora en el probador, hasta alcanzar ese un punto absurdísimo –pero deleitoso– en el que ya no sabíamos qué nos gustaba de lo que probábamos y qué no. Pese a todo, y en ese afán de dar concreción a las acciones, elegimos un par de prendas y pagamos. El precio de las cosas también aporta concisión.

En caso de no gustar

En caso de no gustar

Entonces sucedió algo no menos común que comprar: nos arrepentimos de las compras. Pero esta vez antes incluso de abandonar la tienda. Normalmente, esto sucede al llegar a casa. El arrepentimiento te asalta al adquirir cosas que no necesitas, pero que al verlas te hacen desearlas, y te rindes. Es un momento de intenso goce. Pero los goces son por naturaleza fugaces. Duran poquísimo. Han de ser sustituidos por otros.

En las sociedades hiperconsumistas, la tradicional solución al fin del placer que producen las compras es seguir comprando.

Pero el mundo gira en direcciones inesperadas, y, de pronto, nos encontramos con que convertimos la devolución de las compras en otro placer. Al parecer, más del 50% de lo que adquirimos online acabamos dejándolo en las tiendas, recuperando así su coste. Digamos que con un placer, el de comprar, hicimos dos, por la vía de la devolución. Es posible que muy pronto compremos solo por el gusto de que nos reembolsen íntegro lo que gastamos.

Es curioso ver cómo ha evolucionado todo desde que alguien inventó el lema de «Si no le gusta, le devolvemos su dinero».

Seguro que lo despidieron hace tiempo. Hay que tener siempre cuidado con las palabras bonitas.

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