Opinión | Crónicas galantes
Papeles y trabajo para el can de palleiro

Un exemplar de can de palleiro. / FdV
El can de palleiro, que venía siendo una especie de sin papeles carente de prestigio y acreditación oficial, acaba de ser curiosamente redimido por la Guardia Civil. Una perra palleira instruida en Ourense pasará pronto a servir como auxiliar de la Benemérita en la búsqueda de personas desaparecidas. No es pequeño salto para una raza el pasar de indocumentada a ayudante de una histórica fuerza policial.
Perro de nombre suburbial y agrario a la vez, el can de palleiro parecía condenado a la desaparición hasta hace bien poco. De ese destino infausto lo salvaron las autoridades, al sacarlo de la marginalidad burocrática; y los voluntarios que lo defienden, organizados en un club en Galicia.
Los papeles se los arregló la Xunta de Don Manuel hace cosa de veintitrés años. Ya entonces, en el 2001, el decreto de recuperación de este linaje canino constataba la alarmante pérdida de ejemplares, debido a la preferencia de los gallegos por otras razas más de moda. Tener un perro con ese nombre no era de buen tono, pero pronto habría de cambiar su suerte.
El Gobierno gallego de la época dotó al can de palleiro de la documentación apropiada al caso: libro genealógico, registros de nacimiento y, cuando fuere necesario, la práctica de pruebas de paternidad. El BOE reconoció ese mismo año al más popular perro autóctono de Galicia como raza canina, con prototipo racial incluido.
La regularización no incluye, eso sí, a los palleiros más comunes, o palleiráns, que proceden de cruces y otros mestizajes. No deja de ser una lástima, pero ya se sabe que el mundo animal es un tanto purista en estas cuestiones.
El nombre que de casta le viene al can es, exactamente, el de “can de palleiro”. Aunque la denominación suena algo despectiva todavía, lo cierto es que se trata de un perro pastor emparentado con el alemán, el belga o el holandés. A esos títulos de honra hay que añadir el aire que se da con el lobo y su tronco indoeuropeo de origen.
Lo de palleiro viene, en realidad, del hábitat rústico en el que se desenvuelve; si bien es probable que su nueva consideración racial le permita dormir ya en sitio distinto al pajar, que tampoco era mala cama.
Al can de palleiro lo precede su excelente reputación como pastor, oficio en el que destacó siempre por su arte en guiar el ganado al redil mediante cariñosos mordisquitos de monja en las partes traseras de las reses a su cuidado.
Ahora se le han abierto nuevas posibilidades de empleo en el ramo de la seguridad y el auxilio a la ciudadanía. Bica, así bautizada por su instructora, ha sido la primera en ganarse un puesto en la Guardia Civil; y otros canes de palleiro están siendo entrenados ya como guías para invidentes.
Es un acto de reparación histórica para este guardián de los rebaños y de la casa que viene acompañando a los vecinos de Galicia desde la lejana época de los castros. A un amigo así, leal y trabajador, había que despojarlo del estigma asociado a su denominación de can de palleiro: y parece que el empeño va por buen camino. Por de pronto, ya tiene papeles, nuevos trabajos y una mejor consideración social. No merecía menos el tan querido como injustamente desdeñado palleiro.
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