Opinión

La inmigración no es un problema; las mafias, sí

La constante afluencia de cayucos a Canarias ha puesto de manifiesto el negocio que las mafias internacionales hacen a costa de las pobres gentes que arriesgan imprudentemente sus vidas porque creen acudir a una Unión Europea donde van a encontrar su futuro.

Es obvio que la UE y España necesitan la inmigración. Es también innegable que nuestro país ha de tener una clara preferencia por la inmigración procedente de los países hispanoamericanos, porque sus ciudadanos son carne de nuestra carne, tienen nuestra cultura y, además, no es necesario integrarlos porque ya vienen integrados. Son países hermanos y España tiene también una deuda de gratitud con todos estos países que, en épocas difíciles de nuestra historia, acogieron con cariño a muchos emigrantes españoles. Los gallegos sabemos mucho de ello

Ello no obsta para señalar que la inmigración debe de realizarse siguiendo los cauces legales. Es evidente que la inmigración ilegal no puede otorgar derechos y, menos aún, cuando se produce de la manera en que sucede en Canarias y el Mediterráneo. Ello no impide que se rescate a las personas en dificultades en alta mar, lo cual es una obligación legal, y que se les trate muy bien al llegar a tierra.

Pero quiero abordar aquí el problema de las mafias internacionales que controlan el tráfico de cayucos y de otras embarcaciones subestándar tanto en Canarias como en el Mediterráneo. Las personas que embarcan son por regla general personas de bajo nivel cultural que son animadas por las mafias organizadas para que atrevan a emprender una travesía de la que, muy probablemente, desconocen los riesgos, porque no tienen preparación para ello. Estas mafias les cobran cantidades que van de los 3.000 a los 6.000 euros por persona por transportarlos de manera criminal en embarcaciones que incumplen todas las normas internacionales de seguridad y salvamento marítimo, con un exceso de tripulantes y patroneadas por personas que, con toda seguridad, están al servicio de estas mafias o son remuneradas por ellas. Esto es el verdadero crimen y ningún país debería de dejar partir de sus costas embarcaciones de esa factura.

Este es el primer problema que solucionar y en donde hay que aplicar todos los esfuerzos para evitar esta sangría de pobres infelices. Hay que atacar de manera decisiva, en primer lugar, a las mafias, que alientan activamente y cobran por enviar gente a afrontar peligros mortales. No puede ser tan difícil localizar los intereses financieros de estas mafias y actuar e incautar estos fondos. Hay que localizar a los responsables y encarcelarlos. La UE tiene los recursos jurídicos para ello.

En segundo lugar, hay que ejercer por parte de la UE y de España una verdadera presión sobre Marruecos, Mauritania, Senegal, Gambia y Mali para que impidan esta salida. La UE puede ejercer de manera efectiva esta presión. Además, es necesario patrullar el exterior de las 12 millas de estas aguas, para rescatar estas embarcaciones y obligar a los países propietarios del pabellón de los cayucos a aceptarlos de vuelta. Tienen que ser buques del Estado (España y otros países de la UE) los que hagan esto porque tienen la condición de autoridad que exige el derecho internacional. Probablemente haya que desarrollar la legislación, por ejemplo, procediendo a tipificar como delito patronear este tipo de embarcaciones con el objetivo de propiciar la entrada ilegal en territorio español de grupos de personas a las que, por supuesto, no debería de aplicarse este delito.

Es deseable que estas acciones legales se adopten a nivel de la UE, pero no hay que desdeñar la acción unilateral por parte de España. La UE puede, si quiere lograr esto y hay que empezar por ahí y dejarse de disparates de remitir a los inmigrantes ilegales a campamentos fuera de la UE: los trapos sucios se lavan en casa y el problema principal a resolver es ir de manera definitiva e inmisericorde contra estas mafias que mandan a la muerte a miles de personas. Estas organizaciones son las verdaderas culpables e instigadoras del problema y no quienes los que rescatan a estas embarcaciones.

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