Racismo en el fútbol

LA UEFA ha sancionado al Barça con la prohibición de vender entradas para el partido contra el Estrella Roja que se disputará en noviembre en Belgrado debido al comportamiento racista de sus aficionados en Mónaco. Resulta que desplegaron una pancarta con el mensaje “Flick Heil”, similar al que el régimen nazi utilizaba para festejar a Hitler. La degradación de la mente de algunos fans del fútbol supera las peores expectativas dentro de una civilización decadente que no tiene el menor problema en identificarse con los demonios del pasado. Asusta y da miedo tanta estupidez concentrada en un mismo plano de la realidad.

La ejemplar sanción de la UEFA –por una vez hay que admitirlo– contrasta con la despreciable tibieza que muestra la Liga al enfrentarse a las situaciones racistas en los terrenos de juego de este país. Se repiten en cada jornada del campeonato y en el caso de un futbolista como Vinicius son ya alarmantes, hasta tal punto que para olvidarlas y desentendernos del sambenito del racismo algunos han optado por considerar que es el delantero brasileño del Madrid el culpable debido a una supuesta actitud provocadora. Confundir a la víctima con el agresor ha pasado a convertirse, junto con la envidia, en un pecado capital español. Molesta que Vinicius se revuelva contra los agresores y las actitudes racistas que tiene que soportar una tras otra, pero no tanto que esas conductas execrables se reproduzcan. Cualquiera en un campo de fútbol puede escuchar cómo ha prosperado el discurso del odio racial cuando un energúmeno se desencaja llamando “negro de mierda” o “mono” al jugador del equipo contrario que le resulta incómodo. No es el que denuncia, en este caso la víctima, el culpable, ni se le puede juzgar por rebelarse contra las agresiones que padece por mucho que haya empezado a creerse un paladín de los derechos humanos. El problema es que haya que reivindicarlos a estas alturas ante una masa intolerante de racistas cretinos.

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