Opinión | Billete de vuelta

Disminuyen los casquetes

El pasado año fue el peor en términos climáticos de la historia de la humanidad desde que se tienen registros. Tal peliaguda aseveración la verifica el Informe Anual sobre el Estado del Clima, que lleva más de una década jarreando agua fría sobre las expectativas del planeta, que viaja por la Vía Láctea dispuesto al carajo. Según los expertos que confeccionan ese documento año tras año, en 2023 se alcanzaron máximos históricos en distintos parámetros: las concentraciones de gases de efecto invernadero y la temperatura global de la Tierra y los océanos.

El círculo polar ártico, una de las cocteleras de este planeta adicto al gin-tonic, se deshiela según los expertos al ritmo del 20 por ciento al paso de cada treinta años. De persistir a ese ritmo los mensuales calentones, a finales de este siglo el polo norte se habrá derretido como un bombón de la Ibense en una terraza en agosto. Certifican los estudios científicos que están disminuyendo alarmantemente los casquetes, aunque para constatar esa evidencia no es necesario embarcarse con Amundsen en una expedición a la Antártida: basta con echar un vistazo a los índices de natalidad de esta región, donde las cigüeñas llevan años en huelga de picos caídos. Tenemos la pirámide de población más invertida que los ahorros del señorito.

La gente se pasa las horas mirando en el móvil qué tiempo va a hacer, que parece el celular un termómetro. La tiranía de los meteorólogos se ha impuesto en los telediarios, que destinan más tiempo a los mapas de isobaras que a la información deportiva. Interesa más, al parecer, la borrasca Filomena que el ciclón Mbappé. Así ocurre que nos fiamos más de los pronósticos de Roberto Brasero –apellido muy idóneo para el hombre del tiempo– que de Vicente Vallés cuando anuncia solemne que Pablo Motos ha muerto. No se sabe si de éxito o a causa de un golpe de calor.

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