Opinión | Con lo bien que iba todo

Hombre rico, hombre pobre

Para mí es un misterio insondable esto de la macroeconomía. Pasamos de la crisis a la bonanza y viceversa como quien tuvo un gastillo extra en un momento de euforia tarjetera y le cuesta ahora pagar mucho más de lo que le costó gastar: lo normal. Yo este fenómeno lo vi por primera vez en el 92, con aquello de las Olimpiadas y la Expo, que fuimos gente sobradamente pudiente hasta el 31 de diciembre, y amanecimos el 1 de enero con resaca de garrafón y la desolación de la cartera vacía. De pronto éramos pobres, no quedaba ni para luz en la isla de la Cartuja, y Curro yacía abandonado por diferentes rincones con su ahora macabra sonrisa; imagino que ya no habría nadie dentro pero no pongo la mano en el fuego. Pasaron los años flacos y volvimos a la alegría, a las vacas gordas de los siete años sí, siete no. Fueran más o menos, rompimos a construir –¿es oxímoron?– y allí estábamos de nuevo comprando ahora sobre plano, con piscina y coche en la puerta. No sé si el ladrillo trajo los euros o fue al revés, pero prendió la chispa y empezó el motor a andar que no había quien lo parase. Otra vez lucíamos la sonrisa del millonario y venga a reservar mesa que luego aquello se llena y a las cuatro cierran cocina. De vino ya no nos valía un tinto de la casa, y en según que casas lo ponen muy bueno y discreto de precio. ¿Quién quiere ser discreto? Arranca el cochazo y pega un acelerón para que te vean, que correr ya no se puede.

"Algún imbécil dejó el corral abierto y las vacas flacas no se marchan, y las gordas no quieren volver"

Pero empezaron a aparecer poquito a poco esos letreritos naranja o verde fosforito que dicen que “Se vende. Razón aquí”. Esos no son de empresa promotora, son de que me aprieta el bolsillo y la cosa se torció, y si hay que pagar al banco ya tienes ahí la razón para poner en el letrero.

Yo no se si son frisonas, charolesas o rubias gallegas, pero algún imbécil dejó el corral abierto y las vacas flacas no se marchan, y las gordas no quieren volver. A ver, entonces, cuál es la fórmula que aplicábamos para nadar en la abundancia de vez en cuando, que alguna variable nos está faltando y no se activa la reacción. Dios no lo quiera, pero verás tú que al final va a haber que trabajar.

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