Opinión | Parece una tontería
Al final, la ruina
El misterioso viaje de regreso a casa
En una de esas noches que quieres ver una película, pero no te decides por ninguna, y te tiras una hora buscando títulos como un idiota, me cansé, y al recalar en 'El nadador', de Frank Perry, me dije: “Esta”. Hacía muchos años que había leído el cuento de John Cheever en el que se basa, pero aún así creí percibir enseguida el espíritu del escritor. Al igual que en el relato, en la película no hay 'flashbacks', ni explicaciones del misterioso viaje de regreso a casa que el protagonista emprende a través de las piscinas de una zona residencial a las afueras de Connecticut. Película y cuento comienzan con Ned Merrill al borde de una piscina con una ginebra en la mano, y la sensación en el aire de que lo que parece un día radiante, que resplandece a través de la bebida, quizá destape la decadencia del protagonista.
“En una de esas noches que quieres ver una película, pero no te decides por ninguna, y te tiras una hora buscando como un idiota, recalé en ‘El nadador’”
Ese primer trago de ginebra, y los siguientes, y con ellos el destino que espera a Ned al final de la historia, hablan en el fondo del propio Cheever, al que la bebida condujo también a la ruina. En una ocasión oí contar a su hijo Benjamin un estremecedor episodio sobre cómo el alcohol había hecho añicos al padre, sin solución posible. Fue mientras permanecía hospitalizado tras sufrir un infarto. Una noche, en una especie de delirio, Cheever se puso a buscar un cigarrillo entre las sábanas. Se fijó en las luces del panel de control del pabellón de cuidados intensivos y las confundió con las luces de un bar. “Ben, ¿puedes ir a comprarme un paquete de Marlboro y un Martini? Si no tienen Marlboro cómprame Winston. Y que el Martini sea doble”, le pidió. Su hijo le explicó que no estaban en un bar, sino en un hospital. “¿Es que no tienes imaginación ni iniciativa? Si no es un bar, ¿por qué no vas a buscar uno?”. Ben se negó, y su padre hizo ademán de levantarse. Eso disparó el monitor, y antes de que pudiera arrancarse los tubos de la nariz, Ben se agarró a los raíles de la camilla y se interpuso a modo de barrera. Cheever forcejeó, y cuando se cansó le dijo “Siempre has sido una decepción como hijo”. Al final de una frase así nada queda en pie, como cuando Ned Merrill alcanza al fin su casa, y descubrimos que está cerrada y abandonada, en ruina total.
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