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Ánxel Vence.

Todo está atado y bien atado

Aunque parezca atado por quienes le exigen una amnistía y un referéndum sobre la independencia de Cataluña, el presidente Pedro Sánchez afirma que es él quien tiene atada la reelección. Todo es cuestión de apretar o aflojar lazos.

No hay porqué desdeñar esa posibilidad. Sánchez es un político atípico que ya ha demostrado su carácter pionero y rompedor de la tradición en diversos lances.

Fue, pongamos por caso, el primer presidente en obtener el cargo mediante una moción de censura; y también el único que hasta ahora llegó a La Moncloa no siendo diputado ni senador. A esto podría añadirse que empezó a gobernar con 52 diputados menos que el partido más votado a la sazón.

Cuadrar todas esas adversidades a su favor solo está al alcance de líderes adornados por la baraka, protección divina que en Marruecos atribuyen a la dinastía reinante en ese país. “Audentes fortuna iuvat”, decían más modestamente Virgilio y Ovidio para sugerir que la suerte favorece a los audaces.

Audacia no le ha faltado a Sánchez durante estos cinco años en el poder. No dudó en decir una cosa y la contraria cuando la situación lo exigía, como aconseja el maestro Maquiavelo. Pasó de desvelarse con la sola idea de tener que compartir gobierno con Podemos a nombrar vicepresidente a Pablo Iglesias poco después. También afirmó que jamás pactaría con Bildu o ERC, dado que no estaba dispuesto a permitir que “la gobernabilidad de España descanse en partidos independentistas”. Después cambió de opinión, que es lo que cualquier político de la escuela florentina debe hacer.

No hay comparación con Rajoy, que también era de esa escuela. A lo sumo, el expresidente conservador decía que “a veces, la mejor decisión es no tomar ninguna decisión; y esa es también una decisión”. Del mismo modo, subió los impuestos nada más llegar a la presidencia, por más que uno de sus principales argumentos durante la campaña electoral fuese, precisamente, la bajada de las tasas.

Esas eran apenas mentirijillas, habituales por lo demás en casi todos los políticos con mando en plaza en el mundo. Pocos hay, si alguno, que no incumplan parte de las promesas que lanzan en el fragor de la campaña.

Lo de Sánchez, ahora mismo, es mucho más complicado de resolver, aunque el presidente vuelva a tirar de audacia cuando afirma que su investidura está hecha.

La amnistía podría ser cuestión menor, si bien complicada de articular desde el punto de vista jurídico. El referéndum que le han pedido por añadidura ya parece, en cambio, cosa de más improbable y peliaguda ejecución.

Podría dar fe de eso David Cameron, exjefe del Gobierno del Reino Unido que padecía adicción a este tipo de consultas. Primero convocó un referéndum en Escocia, que ganó por los pelos; y luego otro sobre el Brexit que terminó con la salida de Gran Bretaña de la UE y la de Cameron de su cargo de primer ministro.

Aquí no llegaremos a tanto por obvias razones constitucionales; pero Sánchez porfía en que lo tiene todo atado y bien atado para volver a ser presidente. Eso mismo decía cierto famoso general de Ferrol a propósito de su régimen: y ya se sabe lo que pasó después. Aunque con Sánchez y su baraka nunca se sabe.

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