Opinión | Crónicas galantes
Candidato sin idiomas (ni taquigrafía)
Sostienen sus adversarios que Alberto Núñez Feijóo será una vergüenza para España en los foros internacionales, dado que no domina el inglés ni, en general, ninguna otra lengua, aparte del español. Ni siquiera habla correctamente el gallego, defecto que no le impidió obtener cuatro mayorías absolutas consecutivas en Galicia.
Le han sacado al todavía líder de la oposición un vídeo en el que confiesa su propósito de aprender inglés, si bien habrá de demorar la cita con su profesor debido al adelanto de las generales. No le va a dar tiempo.
Esto de los idiomas es cuestión que se valora mucho en la parte monolingüe de España. Los mismos que consideran un rasgo provinciano el uso del catalán, el gallego o el euskera, suelen admirarse de que un político hable el inglés con fluidez.
Nada más natural. A fin de cuentas, el inglés es la lengua del actual imperio, al igual que lo fue el latín en tiempos de Roma. Ya fuesen de las provincias romanas, ya lo sean de las estadounidenses, los provincianos tendieron siempre a apreciar las habilidades lingüísticas de quienes chamullan el idioma del poder. Las demás son hablas del vulgo y, por tanto, vulgares.
El conocimiento de idiomas y la taquigrafía son, en realidad, exigencias que generalmente se imponen a quienes aspiran a puestos de secretariado. Años atrás solían requerirse también capacidades para la mecanografía.
A esas destrezas podría añadirse aun la estenotipia, imprescindible para aprobar las oposiciones al Cuerpo de Redactores Taquígrafos y Estenotipistas de las Cortes Generales. Son ellos quienes se encargan de recoger con exactitud las ocurrencias de los diputados y senadores, para que los futuros historiadores tomen nota de ellas.
Sería exagerado demandar a los gobernantes ese tipo de conocimientos, si bien es cierto que el dominio de una lengua franca como el inglés ayuda –y mucho– a interactuar con los mandamases de otras naciones. Ahí llevan ventaja, obviamente, los líderes de países anglosajones, que traen la lengua aprendida de casa y del colegio.
"Hay políglotas con capacidad para decir tonterías en seis o siete idiomas y gente como Winston Churchill al que se le entendía todo, aunque normalmente hablase solo en inglés"
No es menos verdad, sin embargo, que las cumbres internacionales cuentan con intérpretes y traductores capaces de desenredar cualquier babel de lenguas. Y aun en el caso de que no tuviesen mucho mundo, los hombres de mando disponen de asistentes versados en idiomas para entenderse hasta con los políticos de China que hablen en chino mandarín.
Ningún problema hay, por tanto, en que un presidente español se limite a hablar castellano. Mariano Rajoy, un suponer, estableció una sólida entente con Ángela Merkel aunque no supiese una palabra de alemán; y antes que él, José María Aznar se había colado ya en el trío de las Azores junto a George Bush y Tony Blair, cuando su inglés estaba aún en fase de chapurreo.
La cuestión no reside tanto en las lenguas como en su uso. Hay políglotas con capacidad para decir tonterías en seis o siete idiomas y gente como Winston Churchill al que se le entendía todo, aunque normalmente hablase solo en inglés. Para eso están los intérpretes, que tampoco es cosa de dejarlos sin ocupación.
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