Crónicas galantes

Este no es país para jóvenes

Ánxel Vence

Ánxel Vence

Malo parece llegar a viejo; aunque la alternativa –que sería morirse– resulta todavía peor. Los gallegos parecen haber optado por la opción menos desfavorable, de tal modo que la población mayor de 65 años excede ya con holgura a la de menos de 20. Son cifras del Instituto Galego de Estatística, que ha oficializado nuestra condición mayoritariamente anciana, por más que esta ya se sospechase a simple vista.

Todo el mundo preferiría vivir en un país de gente joven y, a ser posible, guapa; pero tampoco hay porqué afligirse con estos datos. El envejecimiento de la población es, en realidad, un efecto secundario del Estado del Bienestar, que en los últimos decenios ha prolongado notablemente la duración de la vida en Europa y las naciones desarrolladas en general. En Galicia nos hemos pasado un poco, simplemente.

"La tenacidad con la que los gallegos se aferran a la vida es comparable a la de los japoneses"

La tenacidad con la que los gallegos se aferran a la vida es comparable a la de los japoneses, que detentan el récord mundial de ancianidad. Si el porcentaje de personas que superan la edad de jubilación representa un 28% en Japón, Galicia le pisa ya los talones con el 26% que registra su instituto de estadística.

No es el único parecido razonable que existe entre dos territorios tan distantes en lo geográfico a la vez que próximos en lo tocante a costumbres. Galaicos y nipones comparten también la devoción al pulpo, que los ha llevado a tantear un hermanamiento entre la fiesta de O Carballiño y la de la isla de Amakusa. Quizá los geriatras pudieran investigar el posible rol del pulpo como estimulante de la longevidad, aunque parezca una hipótesis algo arriesgada.

“Ante el problema del envejecimiento, el nipón Taro Aso no dudó en instar a sus jubilados a palmarla”

Difieren, sin embargo, Galicia y Japón en el enfoque que sus autoridades dan al problema del envejecimiento. El que hasta hace poco fue ministro de Finanzas del Sol Naciente, Taro Aso, no dudó en instar a sus jubilados a palmarla cuanto antes, para aliviar así el cuantioso gasto sanitario que causan al país. “El problema no se resolverá a menos que ustedes se den prisa en morir”, dijo con franqueza poco apreciada por los destinatarios de su mensaje.

Menos radicales en su planteamiento, los presidentes de la Xunta optaron más bien por programas de fomento del parto para equilibrar los porcentajes entre chavales y pensionistas. Fraga animaba directamente a los gallegos a procrear con más ímpetu. Su sucesor, el socialdemócrata Touriño, ideó un Plan de Revitalización de la Natalidad, concepto retomado después por el conservador Feijoo en su propuesta de Pacto para el Rejuvenecimiento de Galicia. Pero nada.

Lamentablemente, los resultados no acompañaron a los buenos propósitos de estos planes natalicios. A pesar de los llamamientos levemente bíblicos a multiplicarse y llenar Galicia de nuevos paisanos, el número de menores de 20 años siguió declinando, a la vez que el de pensionistas mantenía su tendencia creciente.

Quizá suceda, sin más, que los gallegos estén demasiado mayores para ejecutar ciertas proezas solo al alcance de entusiastas como Ana Obregón. Y tampoco es cosa de que la Xunta la contrate para una campaña publicitaria a favor del rejuvenecimiento, la revitalización o lo que sea. El instituto de estadística ha venido a recordarnos, otra vez, que este no es país para jóvenes.

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