Ha de ganar la democracia
La democracia es aceptar el resultado de las urnas, la decisión de los ciudadanos. Esa ha sido la gran conquista de los españoles en la Transición y con la Constitución de 1978, y ese ha de ser el resultado ganador manaña, 28 de mayo. Importantes son los candidatos, las siglas, las ideologías, pero, sobre todo, adquiere especial relevancia la capacidad de aceptar el dictamen del pueblo.
Los políticos, que ante todo también son ciudadanos, nos deben lealtad y consideración –tanto a los votantes como a sus rivales–, verdad curricular y capacidad de mando y gestión, compromiso con sus programas, consensos en lo esencial, sentido institucional y de Estado, y entendimiento en sus responsabilidades ejecutivas de los nuevos tiempos, transparencia, honradez y eficacia en la gestión.
En el debe de los que acceden a las instituciones han de figurar reformas esenciales que aseguren en el futuro una mayor calidad democrática: censos actualizados, listas abiertas, segunda vuelta, limpieza en la financiación de los partidos, gobierno del más votado, respeto a la separación de poderes y a las minorías, diálogo y colaboración institucional, y nula hipocresía en los salarios –hay que asegurarse de que nos conduzcan los mejores, compensarles por ello con generosidad, y ser absolutamente estrictos judicialmente con los corruptos–. En el servicio público sobran coches oficiales, privilegios, nepotismos y amiguismos, pero también faltan recompensas justas.
La campaña del 28 de mayo ha demostrado que seguimos instalados en negativas inercias del pasado, en hechos o intenciones fraudulentas. En los casos evidentes, la Justicia y las policías han actuado con contundencia y eficacia, pero todos sabemos que es necesario seguir asegurando la libertad de voto con la colaboración ciudadana, sin aquellos capaces de denunciar el intento de compra de votos, como ha ocurrido en Melilla o en Mojácar, todo sería mucho más complejo o imposible. Es evidente que perviven censos dudosos y, en todo caso, circunstancias mejorables en los accesos al derecho del voto, sobre todo cuando en los comicios puede participar la emigración.
El próximo domingo serán muchos los que ganen legítimamente la hermosa capacidad de representar a sus vecinos. A partir de ahí, algunos serán capaces de ejercer con eficacia la confianza otorgada. Con ellos todos habremos ganado la posibilidad de elevar la calidad de la convivencia y el bienestar en el marco legal, a estos es a los que será preciso exigirles aún más: avanzar en la calidad democrática. Con ella sí que ganaremos todos.
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