Qué manirrota ha sido la lengua española dándole nombres, refranes y dichos a quien, según el Diccionario de la Lengua Española (DLE), ha perdido la razón, goza de poco juicio, es disparatado e imprudente: al loco. Si, como escribí aquí una quincena atrás, hay que hablar de salud mental según el clamor electoral que ahora toca y el clamor evidente del ciudadano de a pie, no viene mal echar un repasito al léxico histórico aplicado al “hombre que ha perdido su juyzio”, como lo bautizaba en el XVII Sebastián de Covarrubias, quien, no sin humor, añadía que la etimología de este vocablo tornará loco a cualquier hombre cuerdo. Y aclaraba que en lengua vizcaína “loco” vale tanto como no firme. Ya Cervantes (era un tema, el del loco, que mucho le gustaba tratar), en los versos de cabo roto con que principia el Quijote acusa: “Que el que saca a luz pape-/para entretener donce-/escribe a tontas y a lo-”. Aunque me alboroza más la negativa de don Jacinto Benavente, pues muy bien me lo imagino rehusando acudir a conferenciar a un Club Femenino, por no estar un Nobel para hablar “a tontas y a locas”.
"Los salvadoreños hablan del ‘choyado’ y los guatemaltecos del ‘chusema’, haciéndolo los argentinos del ‘colifa’. No igualan, no obstante, al divertidísimo peruanismo ‘un coca cola’"
La loca de la casa: así cristianó a la imaginación el filósofo Malebranche, comentando a la santa Teresa, para que Voltaire popularizase la metáfora. Ya había dicho Diógenes Laercio que cuando estaba entre locos se hacía “el loco”. Y el aragonés Gracián medía: “Son locos todos los que lo parecen y la mitad de los que no lo parecen”. Y Montesquieu sentenciaba lo que parece el meollo del asunto, lo que debería acaso llevarnos a discernir: “Se encierra algunos locos en el manicomio para hacer creer que los que están fuera son cuerdos”. Es decir, si llamo o juzgo a otro loco, será que soy yo quien manejo el juicio. (Y no cito a Foucault por no hacerme el listillo).
Y ahí estamos, tirando de diccionario, para hablar del “otro” y sus achaques: por ejemplo, achocharse. La amencia es la demencia, la locura, el trastorno de la razón, lo que padecen el anormal, el atreguado o el avenado, pues tiene vena de loco. En zonas de Andalucía es ‘avenate’ el arranque de locura que brota en el ‘barrenado’ o, como dirían en Chile, el ‘cagado de la cabeza’, ‘de la piña’ o ‘del casco’. Puedes ‘chalar’ a alguien y así volverlo ‘chapita’, tornarlo chiflado, pues su chifladura lo chifló. Los salvadoreños hablan del ‘choyado’ y los guatemaltecos del ‘chusema’, haciéndolo los argentinos del ‘colifa’. No igualan, no obstante, al divertidísimo peruanismo ‘un coca cola’.
"La locura es la vesania, el loco es vesánico, es zafado en muchas partes de América, es ‘zarpado’ si tengo la suerte de estar junto al Río de La Plata"
Aquel está como una cabra, está presa del delirio, es delirante, demente, desequilibrado, desquiciado, destornillado: ‘destrampado’, dicen en México. Está ‘mochales’ el otro, por lo que ensandece, se vuelve sandio. El loco es quien sufre estupor, esa disminución de la actividad de las funciones intelectuales, acompañada de falta de reacción, muy parecido a guillarse, a ese perder la energía de las facultades mentales. Así, cualquiera puede convertirse en hombre de lunas, ido, insano, presa de la insipiencia (de la falta de juicio), cuando no de la lipemanía, que se llamó melancolía, que más o menos es la depresión. Puedes ser un loco perenne o perenal (“el que perpetuamente persevera en su locura”) o atreguado: “El que tiene dilucidos intervalos, haziento tregua con él la locura” (gracias, Covarrubias). El de acullá es ‘locatis’, ‘majara’, ‘majareta’, ‘orate’ o ‘ñampeado’ (que dicen en Panamá: también ‘tildeado’). El lunatismo te hace perder la chaveta (italianismo), te vuelve perturbado o ‘pirucho’, al decir de los rioplatenses. La psicosis, el ramalazo lo convierten a uno en ‘sollado’ (gracias, Colombia), cuando le viene la ‘taranta’: el repente, la locura, la vena. Quedas ‘tocado’, ‘tostado’ (si andas por el Caribe). El transportamiento te deja trastornado, ‘tronado’ o ‘tumbado del burro’, en feliz expresión mexicana. La locura es la vesania, el loco es vesánico, es zafado en muchas partes de América, es ‘zarpado’ si tengo la suerte de estar junto al Río de La Plata. Cuidemos la salud mental.