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Excitación irracional

Sánchez y Feijóo crispan la campaña electoral del 28M y agudizando sus posiciones para ganar votos arriesgan perder autoridad moral

Juan Tapia

Juan Tapia

Toda campaña conlleva algo de simplificación maniqueísta: los nuestros tienen toda la razón, los contrarios ninguna. El drama es cuando la bronca es tanta que corta todos los puentes y luego los partidos son incapaces de pactar nada y arrastran al país a la parálisis institucional. Pasa en España y más desde que el PP siente el aliento de Vox a sus espaldas y el PSOE necesita el apoyo de un partido antisistema.

Todo se envenenó cuando el PP cuestionó la legitimidad del Gobierno de Sánchez salido de la moción de censura de 2018. Y la actitud continuó, tras las dos derrotas de 2019, con Pablo Casado y Núñez Feijóo. Ahí está su reiterada negativa a renovar el Consejo General del Poder Judicial. El Gobierno de Sánchez ha funcionado –superó la pandemia, con tres Presupuestos aprobados y un balance económico aceptable–, pero el tiempo ha demostrado que la coalición con Podemos –siempre en crisis, pero nunca rota– ha llevado a errores tan mayúsculos como la ley del solo sí es sí que ha aumentado la crispación social y le ha hecho perder respeto y autoridad.

En este contexto las elecciones del 28M están arrastrando al PSOE y al PP, condicionados por Podemos y Vox, a una excitación irracional fuera de toda lógica. Feijóo afirmó –al negarse a apoyar la moción de Vox– que la auténtica moción de censura serían las municipales. Ahora dice que el objetivo es “derogar el sanchismo”. Todo un programa autonómico y municipal. Pero Sánchez, asustado por el caos del Gobierno Frankenstein, ha reaccionado descalificando totalmente a la derecha y con leyes, como la de la vivienda, que buscan transmitir unidad de la izquierda y recogen una amplia preocupación social, pero que al haber sido condicionada por Podemos (tras tres años de peleas) ha resultado tan populista como equivocada.

La vía para resolver la falta de vivienda en alquiler no es controlar los precios, sino aumentar la oferta de dicha vivienda, pública y privada, y no castigando a los dos millones de españoles que alquilan una o más viviendas. Si se les ponen condiciones excesivas, la oferta se retraerá y los alquileres subirán más. Y el control funciona mal. El Gobierno decretó, por la crisis, que los alquileres solo podían subir un 2%, pero en los últimos 12 meses el precio del metro cuadrado de alquiler ha aumentado un 9,5%.

Y la respuesta del PP –ahora huye de la economía– ha sido alimentar la espiral populista. Un senador popular, miembro de su dirección, ha llegado a decir que “los cimientos de la ley de vivienda se levantan sobre las cenizas de Hipercor”. Es una deriva extrema, como la de Isabel Díaz Ayuso diciendo que ETA, que dejó de matar hace años, existe y que hay que ilegalizar a Bildu (como Aznar hizo con Batasuna cuando ETA asesinaba). Pero esta deriva viene de la decisión de Feijóo de culpabilizar a Sánchez de que Bildu haya puesto en sus listas a 44 condenados por ETA. Es posible que esta acusación perjudique al PSOE porque la propia Bildu se ha asustado y ha retirado a los siete condenados por delitos de sangre, pero sacar el terrorismo en la campaña municipal de 2023 indica cierta falta de ideas. Y no se puede invocar el Estado de derecho para criticar iniciativas dudosas del independentismo y luego atacar lo que el Estado de derecho avala, que los condenados que han purgado sus penas recuperan sus derechos.

Tengo la sensación de que el ruido y las invectivas no van a ser decisivos y que a la hora de votar los electores se van a guiar por la gestión de los alcaldes y presidentes autonómicos. Pero los dos líderes van a levantar una nueva trinchera que perjudicará aún más su relación futura. Y la campaña para las generales –si ninguno de los dos muere– será un infierno. Es una barbaridad porque, gane quien gane, la Constitución exige consensos entre los principales partidos. Y, además, Europa funciona con acuerdos entre populares y socialistas. No se trata de que Sánchez y Feijóo deban llevarse bien o gobernar juntos, pero lo que es irracional es que estén en una carrera permanente para volar puentes.

La campaña del 28M indica que la deriva hacia la excitación irracional no se va a corregir y que tanto Sánchez como Feijóo, queriendo ganar votos, arriesgan perder autoridad moral. ¿En beneficio de quién?

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