Contextos de Arte

Museos o la persistencia de la memoria

Ana Diéguez-Rodríguez

Ana Diéguez-Rodríguez

Un año más, el 18 de mayo hemos celebrado el Día Internacional de los Museos, esos espacios que atesoran todos aquellos objetos que explican lo que somos y cómo hemos llegado hasta aquí. Unos espacios comunes que nos ayudan a encontrar aquellos aspectos que nos unen, al mismo tiempo que nos singularizan respecto al lenguaje estético que se ha empleado en cada país, en cada pueblo, en cada región, para hablar de lo universal.

Museos o la persistencia de la memoria

Museos o la persistencia de la memoria / Ana Diéguez-Rodríguez*

Es curioso como la condición del ser humano siempre ha gustado de guardar todo aquello que para él tuvo un valor intrínseco en su vida, bien por razones sentimentales, bien por razones económicas, o bien por simple gusto. Creo que todos tenemos en casa un álbum de fotos –o una caja de zapatos–, más o menos grande, con todos aquellos recuerdos robados al tiempo que han llegado a nosotros a través de las generaciones pasadas. Muchos rostros los conocemos bien, otros son un interrogante sonriente desde el pasado, donde sólo una fecha en el reveso y algún garabato rápido trae un nombre que no nos dice nada. Sin embargo, guardamos esa imagen. Esos retazos de un pasado que no hemos vivido, pero que forman parte de nuestra historia familiar. Los museos, sean del tipo que sean: estatales, provinciales, municipales, diocesanos, privados, etc., no dejan de ser esos álbumes en los que nos sumergimos para conocer un poco más de ese pasado que forma parte de nuestra historia, pero que no hemos llegado a conocer bien, o que se nos desdibuja, pues no contamos con las claves para valorar eso que tenemos delante.

La historia siempre ha tenido un componente de transmisión, primero oral y luego escrita, donde el componente visual ha sido fundamental. Estos días veía la expectación provocada por la visita a la recreación de la cueva de Altamira en Santillana del Mar tal como debía de estar iluminada por los primitivos pobladores, o leía como el museo de un equipo de fútbol español era el más visitado de toda la península. Sin embargo, otros museos más locales, con piezas originales o excepcionales en sus salas, tienen graves problemas para su subsistencia, pues ven reducidas sus dotaciones económicas, así como el número de personal cualificado –fundamentales tanto para poder abrir sus salas como para el estudio correcto de las piezas que atesoran–.

Es estupendo que cada 18 de mayo se recuerde que los museos están ahí y son de todos, pero es una pena que no se incida en la importancia que tienen para la sociedad como parte de su identidad. Todo el mundo entiende el peso que tiene un museo futbolístico -sea el que sea- para un determinado equipo y sus aficionados, pero la gran mayoría de la población se queda con el interrogante ante el museo local de su ciudad, aunque después salgan encantados de ver cómo era esa calle por la que ha transitado tantas veces, o cómo se las arreglaban en el siglo XVIII sin nevera.

Es más fácil que alguien entre en un museo cuando tiene curiosidad por saber cómo ha llegado hasta aquí, cómo se ha convertido en la persona que es, y el motivo por el que somos tan diferentes al pueblo de al lado. Por eso, el museo futbolístico triunfa, porque quieren saber cómo llegaron a convertirse en lo que son. En cambio, ¿qué es lo que ha ocurrido para que la sociedad no vea en los museos ese espacio común para comprender lo que se es ahora?: La educación. No se puede valorar lo que no se conoce, y desde las diversas reformas educativas se ha arrinconado a la Historia, al Arte y a la Filosofía como disciplinas accesorias en la formación, y no cómo las que rescatan al individuo en momentos de incertidumbre.

*Directora del Instituto Moll