DE UN PAÍS

El reflujo de las mareas

Luis Carlos de la Peña

Fue apenas en 2015, hace nada, en las elecciones municipales de aquella primavera. Un conglomerado de siglas, partidos e ilusión desbordada, asimilado a la marca global de Mareas, se hacía con las alcaldías de A Coruña, Santiago y Ferrol. De los rescoldos de la Gran Recesión de 2008 y las movilizaciones en las plazas de toda España, emergía en Galicia una gran ola con voluntad de trastocar el statu quo político. PP, PSdeG y BNG vivieron aquellas fechas con algo peor que la inquietud. Baronías populares acrisoladas vieron evaporarse alcaldías de postín; los socialistas apenas defendieron la plaza fortificada por Orozco en Lugo y Abel Caballero estrenaba mayoría absoluta; los nacionalistas llegaban desangrados, eviscerados, en la más cruel ceremonia de seppuku que han visto los crisantemos de Amio.

Pronto se vio que las cosas no serían fáciles para los felices combatientes surgidos del obrerismo ferrolano, la poética atlántica coruñesa y los departamentos universitarios compostelanos. Sobre el campo de batalla quedaban los cuerpos maltrechos –la casta, los llamaban- de los viejos partidos del turnismo imperfecto, veteranos de mil batallas, y del nacionalismo impotente, enxebrista, sin concesiones al españolismo. Junto a ellos, horrorizados, muchos poderes fácticos del viejo país de Pondal y Cabanillas, poco amigos de sobresaltos, siempre más tendentes a la lírica y a los cálculos del tendero.

En el núcleo ígneo del alboroto, una mezcla de materiales explosivos: Beiras, Yolanda Díaz, Pablo Iglesias. Sus nombres evocan la visión caleidoscópica de las andanzas barbudas de Sierra Madre, la independencia argelina y la reconversión naval. Aquel magma, una vez alcanzado el objetivo de la perfecta licuafección, resolvió evaporarse. Permanece Yolanda, que hizo de la traumática experiencia un máster en tenacidad y utopías razonables.

Entre los materiales que las Mareas dejaron en su precipitada retirada, pervive hoy un puñado de candidaturas municipales sin práctica viabilidad institucional. Algunas en la órbita clásica de Izquierda Unida o Podemos, mal dotadas para influir en tiempos de política líquida; otras, del flanco irmandiño, los ilustrados melancólicos, víctimas de los cantos de las sirenas y sin retorno posible a Ítaca, exilados voluntarios de la lareira autárquica de Pontón y la UPG.

Del tiempo de las Mareas, acqua alta de nuestra política, quedan grotescas polémicas municipales y algunas construcciones verbales de Martiño Noriega, alcalde a la sazón de Compostela, que podrían figurar en cualquier antología de lo ininteligible. Él no debía ignorar las palabras de Sánchez Ferlosio, especialista en pecios: “no es el sentido de las palabras lo que importa; lo que importa es saber quién manda”.

Suscríbete para seguir leyendo