A poco de iniciarse la carrera oficial para lograr plaza en los 313 Ayuntamientos de Galicia y, de rebote, determinar quién gobernará en las cuatro Diputaciones provinciales –en alguna puede haber sorpresas, porque quizá dependa de partidos “pequeños”–, la campaña sigue siendo “rara”. Y eso ocurre, desde un punto de vista personal, porque hay bastante más que síntomas de que lo que se disputa en todo el Estado, que es el control de municipios y provincias –además de las Comunidades en las que los comicios son también autonómicos– está lejos de ser el único objetivo de los participantes.
Y es que, en términos boxísticos, no extraña que algunos observadores hablen de que el 28-M se va a disputar el primer asalto de un combate en el que está en disputa no tanto lo que en principio parece, cuanto lo que más interesa a los partidos “grandes”: cambiar el Gobierno de España o mantenerlo. Se nota en el aumento de las visitas de líderes a todos los lugares en que se juegan los votos, en el contenido de sus mensajes y discursos y se ve a los y las alcaldables más pendientes de servir s su partido o agrupación que a sus convecinos. Cierto que hay excepciones, pero incluso entre los que se admite de segura victoria, se refieren más a lo que esperan de otros que de lo que ellos/as puedan hacer.
Diríase, en fin, que lo local “no toca” porque casi todo el mundo mira a lo estatal. Pero es sólo una verdad a medias, al menos desde la opinión personal: hay asuntos de lo que ahora se llama “municipalismo” que deberían estar presentes en la campaña y expuestos, ya que son comunes, por los partidos. Es compatible con que los candidatos a repetir hablen de sus logros –desde la construcción de fuentes e inauguración de parques y jardines hasta lo que creen mejoras en los servicios públicos– y los aspirantes a sucederlos nieguen méritos y repliquen con sus propios programas. Todo eso ya se hace, aunque a cobijo de lo que queda dicho, en aparente y frecuente referencia a lo estatal.
La compatibilidad que se defiende entre lo estrictamente local y lo que trasciende a esa Administración es aplicable a la autonómica para abordar problemas de claridad y coordinación en competencias, actuaciones y financiación. Y eso sucede a pesar de que los municipios, en general, tienen problemas muy serios de tipo demográfico unos, económicos otros, y en buen número todos ellos juntos, además de la amenaza de la anunciada y ya en desarrollo, crisis demográfica. Es cierto, y aplicable al punto de vista expuesto lo que dijo el presidente del PP acerca de que las características de su partido tenían un carácter “municipalista”: lo mismo podrían haber afirmado sus adversarios. Es pura lógica.
No obstante, la cuestión es que, prácticamente, nadie entre los aspirantes ha planteado reivindicaciones, aparte lo propio de cada municipio. Y la percepción por parte de los políticos municipales es básica para la reforma de determinadas leyes, entre ellas la de Régimen Local para adaptarla a la realidad, y resolver los conflictos actuales entre Administraciones. Y opinar sobre los modelos de áreas metropolitanas. mancomunidades y otros ante el inevitable ahorro que se va a exigir al país muy pronto desde la UE. Y todo ello, conste, es municipalismo, por lo que sería lícito, al denunciar su ausencia, preguntar y preguntarse si lo saben los candidatos en campaña o prefieren ignorarlo.