La hegemonía del dólar se tambalea

Georgina Higueras

La imparable rivalidad chino-estadounidense y las sanciones impuestas a Rusia por EE UU han aumentado la desconfianza del Sur global hacia el dólar y acelerado las acciones para liberarse del dominio de esa moneda. Según el Fondo Monetario Internacional, la participación del dólar en las reservas de divisas del mundo había caído al final de 2022 al 58%, desde el 71% que ostentaba en 1999.

El nuevo Banco de Desarrollo de los Brics, que dirige la expresidenta brasileña Dilma Rousseff, se afana en crear una moneda común que facilite la desdolarización. El PIB de los cinco países (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) supera por paridad de poder adquisitivo al del G7, grupo centrado en la defensa de los intereses del mundo occidental y cada día más contestado por los emergentes.

El mayor obstáculo a esa moneda lo representa la animosidad entre China e India. Los dos países están enzarzados en una disputa fronteriza proveniente en parte del trazado, no reconocido por China, de la Línea McMahon, que impuso el Gobierno británico durante la India colonial. De la voluntad por resolver este conflicto dependerá la confianza necesaria para alumbrar una moneda común.

"Las interrupciones en las cadenas de suministro provocadas por la pandemia y la guerra de Ucrania también han alimentado la desdolarización"

Todo apunta a que, en la cumbre de los Brics de este año, que se celebrará en Suráfrica, se unirán otros países como Arabia Saudí, Argentina, Turquía, Irán y Egipto. Todos ellos tienen acuerdos con China para comerciar en yuanes. Argentina fue el último en firmarlo, en abril pasado, mientras Arabia Saudí, que en 2020 convirtió a China en su principal socio comercial, estudia la propuesta de fijar el precio de venta de su petróleo en petroyuan, lo que supondría un duro golpe al petrodólar, que ha proporcionado pingües beneficios a EE UU.

En esta línea, la Bolsa de Petróleo y Gas de Shanghái comenzó en abril a pagar en yuanes por el gas licuado de la francesa Total Energies.

La decisión de la Casa Blanca de expulsar a Rusia del sistema Swift de pagos internacionales y congelar sus activos en dólares desató la desconfianza en muchos países del Sur global e impulsó la expansión del sistema alternativo chino de transferencias internacionales, denominado CIPS. Rusia puso en marcha uno propio, el SPFS, tras las sanciones impuestas por su anexión de Crimea en 2014. El SPFS ha integrado en su sistema de pagos a países sancionados por EE UU, como Irán, Venezuela, Cuba y Corea del Norte. China dio alas al CIPS en 2018, ante la guerra comercial desatada por Trump. Ambos sistemas fomentan la desdolarización con pagos en yuanes, rublos y otras divisas. El acuerdo de 2019 entre Moscú y Pekín para usar sus propias monedas en el comercio bilateral supuso un espaldarazo y el principal alivio contra las sanciones. En 2021, Rusia ya tenía casi un tercio de las reservas mundiales en yuanes.

Las interrupciones en las cadenas de suministro provocadas por la pandemia y la guerra de Ucrania también han alimentado la desdolarización al dañar las economías de los países en desarrollo, que se enfrentan a abultadas deudas externas en dólares. La subida de la cotización del dólar y los elevados intereses las hacen impagables.

La Asociación de Naciones del Sudeste Asiático ha expresado su voluntad de, a imitación de la Unión Europea, crear una moneda común para los 10 países que la integran. Mientras trabajan en ello, han decidido eliminar el dólar, el euro, el yen y la libra de sus transacciones internas y fomentar conjuntamente acuerdos en monedas locales. El presidente de Indonesia, Joko Widodo, incluso ha instado a la Asean a “protegerse de las perturbaciones geopolíticas” con el abandono de sistemas de pago extranjeros, como Visa y Mastercard, y la sustitución por tarjetas de crédito emitidas por bancos locales. La Asean mantiene unas excelentes relaciones con China, su principal socio comercial, y con EE UU, su principal inversor, y no quiere verse pillada en la lucha entre las dos superpotencias. Por ello, pretende organizarse financieramente. Entre las propuestas, el primer ministro de Malasia, Anwar Ibrahim, quiere revivir una para establecer un fondo monetario asiático y no depender del FMI y del Banco Mundial, que controla Occidente.

Al carro de la desdolarización también se ha sumado la Organización de Cooperación de Shanghái. Liberarse del dominio del dólar no será una tarea fácil, pero su avance lo propulsan más las malas decisiones de Washington que las ansias de China.

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