TRIBUNA LIBRE

La montaña

Manuel Mandianes *

Salimos en busca de un santuario. Cuando empezó a caer el sol, las montañas parecían monstruos arropados con mantos negros. El bramido del mar que llegaba por entre las puertas que abrían las peñas despertaba las piedras de su sueño perpetuo. La brisa gélida peinaba los arbustos que estaban abrazados a las piedras. Allá en la lejanía inconmensurable el sol se hundía en el mar como una rosa ardiente.

Un perro seguido de un rebaño se nos acercó. Las ovejas nos miraron con ojos enormes sin parar de tocar su esquina avisando al pastor de que seres extraños habían llegado. Allí en donde los dioses descansaron, hicieron el amor, se pelearon, cuando se batían en retirada, los cristianos construyeron una iglesia, erigieron una capilla. La oscuridad iba penetrando la espesura de las piedras. Cuando descendíamos, mil ojos agazapados en los valles y en la planicie nos miraban desde las luces pálidas. Y nosotros respondíamos con sonrisas, fragancia del alma, a la noche que llegaba a galope en su corcel negro.

En Grecia, las iglesias y las capillas son lágrimas de los dioses y pisadas de Dios.

(*) Antropólogo

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