Crónica Política

Las sospechas

Javier Sánchez de Dios

Javier Sánchez de Dios

Como diría un antiguo, “tengo para mí” que no estorba la sospecha de que el lehendakari vasco, señor Urkullu es de los pocos que ha entendido el rédito político que puede obtener en su propia comunidad, al tiempo que eco favorable en las demás interesadas, con su reciente interés, al menos en su extensión pública, por el Corredor Atlántico de Mercancías. Especialmente cuando se recrudece la intensidad de su contienda electoral municipal con Bildu que, silenciada ETA –por el momento–, le “come” poco a poco espacio en lo que hasta ahora fueron varios de sus feudos. Además de que puede ir reforzando futuras intenciones políticas en las que conviene mostrar “músculo” internacional.

Dicho todo ello, y por paradójico que pueda sonar, este ciudadano que les escribe sigue opinando que Galicia, tal como están las cosas, debe aliarse con el diablo –que, procede insistir, no es el caso aunque algunos crean lo contrario– si de algún modo se acelera la cuestión. Lo que más sorprende a estas alturas es que sea su gobierno –el del lehendakari– quien intervenga en el asunto, al menos en apariencia, pidiendo en solitario una entrevista con el ministro francés correspondiente para reclamar que el Estado vecino no espere a 2042, como dijo, para cumplir su parte de obras en su orilla atlántica, obras imprescindibles para culminar un proyecto esencial. Y cuanto antes, mejor.

La extrañeza no es banal, como tampoco infundada la sospecha de que el señor Urkullu puede aprovechar la ocasión no sólo para beneficiar a su gobierno, que es lógico, sino para impulsar su papel internacional precisamente en un territorio que no en vano los nacionalistas vascos llaman “Euskadi norte”. Mientras, el Gobierno “más progresista y social de Europa”, según su señor presidente Sánchez desde Madrid, practica en esto lo del laissez faire, laissez passer, que es muy propio de los liberales. Cosas del destino, quizás. O también estrategia de propaganda electoral inteligente, dejando que sea uno de sus aliados quien asuma protagonismo, acaso porque en el fondo, “todo queda en casa”, teniendo en cuenta lo estrecho de su relación amistosa.

Conste que no se trata de una suspicacia malintencionada: coincide en forma y fondo con el rifirrafe que hace apenas unas horas mantuvieron en el Parlamento gallego los portavoces en la materia de PPdeG, PSdeG y BNG acerca de la nula diferencia que a veces existe entre la publicidad e interés electoralista y la auténtica importancia de las cosas que se discuten. Y en este punto conviene seguramente matizar que no se trata de criticar al Parlamento gallego ni de discutir la entidad de sus debates y decisiones. Pero sí de insistir en la urgencia, siquiera por razón de mejora de imagen –que sería, para muchos, motivo bastante– y de acercar una Cámara de representantes a los asuntos que interesan a los representados, incluso las que parezcan micro, pero que impactan de lleno en la gente del común.

(Es cierto que para reducir esa lejanía, como ha planteado en ocasiones algún grupo parlamentario, se necesitaría una reforma del Reglamento, pero esa es cuestión a decidir por quien corresponda. Y parece justo reconocer que la Presidencia tiene demostrado flexibilidad y grandes dosis de sentido común, por lo que no habría, y así lo ha declarado, reparo en tratar esa y cualquier otra cuestión, desde la perspectiva de mejorar la democracia mediante su ejercicio. Y respetando las decisiones de la mayoría. Es también una garantía constitucional).