Trump y la voladura de la realidad

Alfonso Armada

Si no hay hechos, solo interpretaciones, estamos perdidos. Si todas las opiniones valen lo mismo ninguna vale nada. Si el asalto al Capitolio estaba justificado porque le habían robado las elecciones al mejor presidente de la historia de Estados Unidos, ¿qué queda de la democracia en América que tanto elogió Alexis de Tocqueville?

Una de las más brillantes pensadoras del siglo XX, Hannah Arendt, analizó en Los orígenes del totalitarismo (Alianza Editorial) el uso sistemático de la mentira en la vida pública. En ese sentido, la presidencia de Donald Trump resulta paradigmática, y cosecha imitadores. El hecho irrefutable de que había sido derrotado en las elecciones presidenciales fue no solo negado una y otra vez, sino que una parte de la sociedad estadounidense y amplio espectro de congresistas y votantes republicanos están convencidos de que eso es un hecho tan cierto como –para los terraplanistas– que la tierra no es redonda.

En Verdad y política dice Hannah Arendt: “Los hechos dan origen a las opiniones, y las opiniones, inspiradas por pasiones e intereses diversos, pueden diferenciarse ampliamente y ser legítimas mientras respeten la verdad factual. La libertad de opinión es una farsa, a menos que se garantice la información objetiva y que no estén en discusión los hechos mismos. En otras palabras, la verdad factual configura al pensamiento político tal como la verdad de razón configura a la especulación filosófica”.

¿A quién beneficia la especie de que la democracia no funciona? A líderes autocráticos como Vladimir Putin en Rusia o Xi Jinping en China, que controlan toda opinión y todo hecho que contradigan su visión del mundo. Son borrados del debate público, y quienes se atrevan a cuestionar la verdad oficial encarcelados y silenciados. La invasión de Ucrania estaba justificada porque los nazis de Kiev representan una amenaza existencial para Moscú, el Partido Comunista Chino garantiza las necesidades del pueblo y permite que la población se enriquezca mientras no ponga en peligro la autoridad del partido.

La periodista filipina Maria Ressa, premio Nobel de la Paz en 2022, acaba de publicar un libro crucial para saber a qué nos enfrentamos: Cómo luchar contra un dictador. ¿Qué estás dispuesto a sacrificar por tu futuro? (Península). En él denuncia cómo las grandes tecnológicas (en su inmensa mayoría estadounidenses) han corrompido el debate público, permitiendo la difusión masiva de mentiras y haciéndolas pasar por verdades, con una manipulación informativa de tal calibre (véase el documental El gran hackeo, sobre las prácticas perversas de Cambridge Analytica. Cómo se usan nuestros datos para vendernos, fabricar realidad, convertirnos a nosotros en mercancía) que o tomamos medidas o la democracia perecerá con la apariencia de que somos libres para elegir lo que queremos. La ideología, no la verdad, reina. Como declaró la propia Ressa: “Las grandes tecnológicas son como las grandes compañías tabaqueras. Saben que lo que hacen es dañino, pero han ganado miles de millones de dólares”. Y tanto Trump como Putin se han beneficiado y se benefician de esa voladura de los hechos.

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