el correo americano

Pornografía y humanidades

Xabier Fole

Xabier Fole

Esta semana supimos que la directora de una escuela de Tallahassee, Florida, se vio obligada a dejar su trabajo tras mostrarle a sus alumnos el “David” de Miguel Ángel. Algunos padres, al parecer, consideran que esta escultura de mármol, la obra maestra del Renacimiento que muestra al personaje bíblico desnudo, no es más que “pornografía”. En la escuela, para justificar el despido, argumentan que se cometieron errores en los procedimientos a seguir a la hora de preparar ciertas lecciones, como, por ejemplo, informar a los padres por adelantado sobre los materiales elegidos para la clase. Supuestamente, estos procedimientos sirven para luchar contra el “adoctrinamiento” que la izquierda pretende imponer en las escuelas con su “teoría crítica de la raza”, su “ideología de género” y su atención compensatoria a la esclavitud, y, siguiendo el espíritu de una ley aprobada por el Gobernador Ron DeSantis, otorgarles a los progenitores “todo el control” sobre la formación académica de sus hijos.

"Los productos culturales, al igual que sus autores, son relevantes no solo por su mérito moral o estético sino también por lo que nos dicen de una época"

Aunque parezca triste y disparatado, este caso no es el único. El año pasado una escuela de Tennessee decidió que ‘Maus’, la novela gráfica de Art Spiegelman, donde se cuenta un relato de un superviviente del Holocausto, no debía seguir en su programa. Los miembros del consejo escolar insistieron en que la eliminación del libro no se debía a prejuicios antisemitas sino al lenguaje soez que utilizan algunos personajes y a las escenas en las que estos aparecen desnudos. (Conviene aclarar que los protagonistas de ‘Maus’ son unos dibujos de unos animales, pues el autor recurrió a distintas especies para representar a los países implicados en el acontecimiento. Tampoco es difícil imaginar qué tipo de desnudos pueden mostrarse en el contexto de un campo de concentración). Parece que, a los ojos de los censores, la novela de Spiegelman, un testimonio extremadamente honesto y desgarrador sobre las consecuencias de las políticas totalitarias y la xenofobia institucionalizada, como ocurre con el mármol renacentista, ha de ocultarse bajo la cama junto a la revista ‘Playboy’ y el largometraje ‘Garganta profunda'.

Los responsables de estos actos de censura (o estupidez), ejercida bajo pretexto de un puritanismo zafio y dañino para el estudio de las humanidades (en todas las edades), se hallan en una de las trincheras de la guerra cultural, desde la que algunos dicen defender los valores de la civilización occidental. La libertad de expresión y la corrección política son asuntos que suelen ser analizados a la luz del inadecuado comportamiento del adversario. Pero tan absurdo es borrar la palabra “gordo” para no ofender a los lectores actuales de ‘Charlie y la fábrica de chocolate’ como intentar protegerse de un supuesto “adoctrinamiento político” tapando los órganos sexuales de una estatua y censurando unas viñetas en las que unos ratones se pasean sin ropa ante la mirada desafiante de unos gatos. Los productos culturales, al igual que sus autores, son relevantes no solo por su mérito moral o estético sino también por lo que nos dicen de una época. Y para explicarlos, no para otras cosas, está el maestro. Los estudiantes, si desean juzgarlos, primero han de conocerlos.

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