Crónicas galantes

Moción de fogueo, emoción de censura

Ánxel Vence

Ánxel Vence

Más que una moción de censura, lo que los nacionalistas de Vox han propuesto al público es una emoción.

Los partidos que nacieron del cabreo, como el mentado Vox por la derecha o Podemos por la izquierda, tienden a apelar más bien a las emociones que a la razón, de modo que bien pudieran considerarse triunfadores a pesar de la derrota en el Congreso. Para qué va uno a razonar, pudiendo montar el número.

El verdadero propósito de la moción no era, desde luego, situar al casi nonagenario Ramón Tamames al frente de un nuevo Gobierno. Lo suyo era salir en la tele, que es lo que quiere todo el mundo: y aprovechar los turnos partidarios de intervención para calentar los ánimos e incluso las pasiones de sus seguidores.

En esto es reincidente el partido de Santiago Abascal, que hace un par de años o por ahí se postuló como presidente del Consejo de Ministros con resultados más bien exiguos. Obtuvo 52 votos de un total de 350 posibles, lo que no deja de resultar un mero ejercicio de lógica.

Toda moción de censura apunta, efectivamente, a la destitución del presidente del Gobierno censurado, lo que, en aquella ocasión, como en esta última, constituía un imposible aritmético y hasta metafísico.

“El verdadero propósito de la moción no era situar a Tamames al frente de un nuevo Gobierno”

No le fue mucho mejor a Pablo Iglesias, némesis y tal vez alter ego de Abascal cuando en junio de 2017 se propuso derribar al entonces presidente Mariano Rajoy. Sumó tan solo 82 votos a favor de su candidatura, si bien es cierto que la presentadora de la moción, Irene Montero, tuvo ocasión de comparar al PP con Los Soprano y la saga mafiosa de El Padrino. El asunto acabó en bronca cuando el portavoz de los así aludidos hizo algún que otro comentario personal de escaso gusto a los líderes de Podemos.

Curiosamente, el socialdemócrata Pedro Sánchez consiguió derribar un año después a Rajoy por medio de la única moción que hasta ahora ha provocado un cambio de Gobierno en España.

A diferencia de las censuras de fogueo presentadas por Vox, Sánchez disparó con munición real y, a pesar de contar tan solo con 84 diputados, logró sumar un total de 180 votos. Cuatro más de los necesarios. Hace de esto casi cinco años; y ahí sigue al frente del Gobierno el presidente elegido de aquella traumática manera.

Ahora ha intentado derribar al propio Sánchez, por segunda vez, el partido de Abascal, que cuenta con los mismos 52 diputados de hace un par de años. La novedad, ciertamente rompedora, reside en que Vox presentaba como candidato independiente a Ramón Tamames, intelectual de prestigio y antiguo miembro del Partido Comunista.

El resultado no fue mucho mejor que en 2020, como era de prever. Tampoco era ese el objetivo de una moción que en realidad solo aspiraba a suscitar emociones entre los adictos y, ya de paso, sustraerle algunos votos en las próximas elecciones al otro partido de la derecha.

Tamames fue solo un llamativo golpe de efecto que tal vez evocase la España valleinclanesca de los espejos deformantes del Callejón del Gato. No extrañará que Google evacuase como “programa de televisión” las consultas sobre la moción de censura de Vox. De eso se trataba.

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