Poca renta para un gran daño
Dejemos las soflamas. El gran dinero no tiene patria y hace ya mucho que corretea por el mundo sin mirar fronteras, por lo que pensar que sus dueños no harán igual es fantasía. Una empresa es otra cosa, unas tienen un cuerpo territorial que las ata a un país y otras menos, haciendo que la vinculación dependa de una idea de empresa o del corazón. Pero en el “caso Ferrovial” el asunto no es ese, el asunto es la manifiesta desproporción entre el beneficio empresarial esperable del cambio de sede, al parecer pequeño, y el daño que irroga a la nación en términos de imagen-país, crédito-país o atractivo-país, en un contexto en que la inversión se deja guiar muchísimo por lo que otros hacen.
Ese daño podría ser evaluado por cualquier experto, y al final afecta a todos los españoles, incluida la gran masa de empresarios que no vayan de amos del mundo. Sorprende que no se enteren.
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