Entre China y EE UU anda el juego

Jorge Dezcallar

Jorge Dezcallar

Si EE UU y China se pusieran de acuerdo podrían poner fin a la guerra de Ucrania y colaborar eficazmente contra el calentamiento global y para la seguridad sanitaria mundial, entre muchas otras cosas. Pero por desgracia no solo no se ponen de acuerdo sino que últimamente se llevan cada día peor, a pesar de un ligero repunte cuando Xi y Biden se encontraron en la Cumbre del G-20 en Bali el pasado noviembre. Las excusas son políticas, comerciales, tecnológicas, militares y por derechos humanos, y los mensajes irritantes se han disparado durante los últimos meses. Primero fue el viaje a Taiwán de Nancy Pelosi, entonces speaker de la Cámara de Representantes y número tres en el protocolo estadounidense. Un viaje que se hizo en contra de la opinión de la Casa Blanca porque allí hay división de poderes (¿imaginan algo parecido por parte de Meritxell Batet en contra de la opinión de Pedro Sánchez?) y que los chinos interpretaron como una provocación porque seguramente lo era. Y sobre ese mal ambiente ha caído luego el culebrón del globo chino que ha sobrevolado de Oeste a Este todo el territorio norteamericano y que desató la histeria hasta que fue derribado sobre el océano Atlántico, sin que se despejaran las dudas sobre su misión real aunque parece que se dedicaba a cuestiones meteorológicas y que carecía (?) de capacidad para transmitir a tierra la información que captaba.

Los chinos dicen que perdieron su control. Todo un poco raro. Luego aparecieron otros globos sobre Alaska y Canadá, que también fueron derribados aunque no representaban peligro alguno, mientras Pekín protesta y dice que también los hay norteamericanos que sobrevuelan China.

"El último motivo de discordia es que el Departamento de Energía norteamericano y el FBI hayan concluido que el coronavirus surgió accidentalmente de un laboratorio de Wuhan"

Los globos son capaces de captar algunas cosas mejor que los satélites, que viajan mucho más rápido y a mayor altura. El que esté libre de pecado que tire la primera piedra. Lo más curioso de todo esto es que la portavoz de la Casa Blanca tuviera que salir excluyendo formalmente que se tratara de extraterrestres, y es que los hombrecillos verdes a bordo de platillos volantes sigue teniendo muchos devotos en el mundo. Me recuerdan unos tebeos de mi infancia con Diego Valor y el Gran Mekong. Ahora, ya más crecido, estoy convencido de que tiene que haber vida extraterrestre en algún sitio del inmenso universo pues me parece excesiva petulancia creernos únicos entre trillones de planetas, aunque las distancias son tan grandes que es muy posible que nunca entremos en contacto con ellos... y casi mejor así porque como dijo Stephen Hawking esos extraterrestres “podrían estar hambrientos”. En este ambiente de desconfianza han surgido otros problemas con China: el primero fue la prohibición de Washington de venderle semiconductores, algo que le hace mucho a daño, al igual que los vetos a Huawei o TikTok. Luego ha sido la acusación de que Pekín “considera” enviar armas letales a Rusia, cuyos arsenales se están vaciando muy deprisa y que ya compra drones y municiones en Irán y en Corea del Norte. Si China diera ese paso tendría muy graves consecuencias no solo para su relación con los EE UU sino también con Europa, su mayor socio comercial.

"A China la guerra le beneficia porque desvía a Washington de su interés por la región de Asia Pacífico"

El tercero es la presentación por Pekín de un Plan de Paz para la guerra de Ucrania que ha sido recibido con muchas dudas en Bruselas y en Washington por proceder de un firme aliado de Moscú y por entender que favorece a Rusia al no exigir la inmediata retirada de las tropas que todavía ocupan un buen trozo de Ucrania, al margen del dato significativo de que solo se haya presentado en Moscú y no en Kiev. A China la guerra le beneficia porque desvía a Washington de su interés por la región de Asia Pacífico y le perjudica porque está debilitando a Rusia, que podría ser su gran aliado en una eventual futura confrontación con los EE UU. El último motivo de discordia por el momento es que el Departamento (ministerio) de Energía norteamericano y el FBI hayan concluido que el coronavirus surgió accidentalmente de un laboratorio de Wuhan. Los chinos están furiosos y dicen que Washington les “difama”. Este mal ambiente revela problemas más serios y de fondo entre la todavía potencia hegemónica y la que aspira a serlo y eso no es bueno para nadie. El dato positivo es que las relaciones chino-norteamericanas tienen mucho campo para mejorar si lo quieren aprovechar.

*Embajador de España

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