La cara B de la digitalización

Santiago Lago Peñas

Santiago Lago Peñas

Vaya por delante que disfruto y aprovecho la digitalización. Soy un usuario sofisticado de fórmulas de teletrabajo y trabajo en red. Ordenadores, tabletas y smartphones forman parte de mi vida hasta el punto de que, si me quedo sin red, tengo un serio problema. Pero esta predisposición es compatible con ver problemas y errores. Me centraré en cuatro.

No podemos asumir que todas las personas disfrutan de capacidades y conocimientos para que su vida bascule plenamente hacia lo digital. Personas mayores o con un nivel formativo limitado viven con ansiedad y desazón el cambio. Muchas empresas y departamentos de la administración demuestran nula empatía con ellos. El que tiene familiares cercanos y de confianza más jóvenes y habituados a las nuevas tecnologías va solventando el problema. El que no, a sufrir. Es inadmisible. Es necesario regular y supervisar el mantenimiento de soluciones no digitales y de calidad para ellos.

En segundo lugar, no puede ser que la digitalización sea una excusa para trasladar trabajo a otros. La digitalización no puede traducirse en que los usuarios acaben haciendo lo que antes hacían las empresas o la administración. Me temo que en una parte de los procedimientos digitalizados se está haciendo esto.

Tercero, si se apuesta por la digitalización, las plataformas tiene que estar a la altura. Los sitios web y las APP deben tener la capacidad de atender a múltiples usuarios simultáneamente, ser claras e intuitivas y ofrecer servicios de ayuda en tiempo real para resolver dudas. Desgraciadamente, en la administración pública esto no es la norma.

Cuarto, la digitalización debería servir para simplificarnos la vida. No tiene sentido que tengamos que estará adjuntando continuamente información que está a disposición de otros departamentos. De nuevo, esto es particularmente grave en el ámbito público.

Digitalización sí; pero de forma más amistosa, empática y racional.

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