Ortodoxia económica

Juan José Millás

Juan José Millás

Dicen los banqueros que lo que ha ocurrido con la subida de tipos marcada por Bruselas es que por fin se han normalizado los intereses. Hasta ahora eran subnormales. Gracias a esa subnormalidad, mucha gente se metió en una hipoteca y se compró una casa, mientras que gracias a la normalidad recién inaugurada, por la que los préstamos para la compra de una vivienda se van a encarecer en una media de 250 euros, aumentará la morosidad y se multiplicarán los desahucios. Las familias expulsadas de sus hogares por la mano invisible del mercado hipotecario recibirán como compensación el título de familias normales, aunque se tengan que ir a vivir debajo de un puente. No sabemos cuántas personas serán sometidas a este proceso de normalización a lo largo de los próximos meses, pero sospechamos que bastantes.

Siempre desconfié del término “normalización”, incluso cuando se trataba de homologar el tamaño de los sobres de correo. Trabajé de joven en una oficina en la que todo iba bien hasta que a los directivos de la empresa les entró la furia normalizadora, que significaba cortarnos a todos por el mismo patrón. El mayor normalizador de la historia de la humanidad fue Procusto, un tipo de la mitología griega que regentaba una casa de huéspedes cuyas camas tenían el mismo tamaño porque estaban normalizadas. Cuando llegaba un cliente que era más largo que la cama, le cortaba las piernas. Si el problema era el contrario, se las estiraba, aunque quedara descoyuntado. En otras palabras, normalizaba la estatura de los viajantes, pues le parecía anárquico que cada uno midiera lo que le viniera en gana. Una de las frases que mejor expresan el impulso normalizador es la de “café para todos”.

–Pero es que yo tengo la tensión alta.

–Se fastidia, no podemos andar con excepciones.

Algunos partidos políticos han sugerido al Gobierno que deje los préstamos hipotecarios como están para proteger a los más débiles. Pero eso, ha venido a responder la ministra del ramo, sería salirse de la norma. Desde la ortodoxia económica, en fin, lo normal es cortarle las piernas a quienes las tienen largas y estirárselas a quienes las tienen cortas. En otros términos: estandarizar.

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