Vox y Tamames

Una moción de censura que no encuentra justificación

Óscar R. Buznego

Óscar R. Buznego

Hace dos meses que Santiago Abascal anunció la próxima presentación de una moción de censura, mecanismo constitucional puesto a disposición de la Cámara baja del poder legislativo, en el desempeño de su función de control, para exigir responsabilidades al poder ejecutivo. Vox tiene uno de los tres grupos parlamentarios con el número de diputados requerido para tramitar la iniciativa y, por tanto, está en su derecho de hacerlo. Solo necesita, además, el nombre de un candidato que se postule para presidir el Gobierno, presentando un programa, en el caso de que obtenga el apoyo de la mayoría del Congreso. Pero más allá de su dimensión institucional, muy relevante, a nadie se le escapa que una moción de censura es una maniobra de indudable significado político y como tal se le debe juzgar.

Ha pasado el tiempo y Vox aún no ha activado la moción, aunque está todo listo, a la espera de la decisión definitiva y que se confirme el candidato. Después de barajar varios nombres, que habrían rechazado la oferta, el elegido es Ramón Tamames, destacado dirigente del PCE en la Transición, que luego se unió con Federación Progresista a Izquierda Unida, para recalar más tarde en el CDS de Suárez y, tras dejar la primera línea de la política, acabar dedicándose a la opinión en varios medios de tendencia conservadora. Recientemente, ha colaborado con Disenso, fundación de Vox, al que considera un partido constitucionalista, de la mano de Sánchez Dragó, con quien compartió militancia antifranquista y que ha sugerido su nombre para encabezar la moción. Muy solicitado por la prensa, Tamames ha informado que está elaborando su discurso, pendiente de una tercera reunión con Abascal, y que el martes dará a conocer su decisión. Declara que su propósito consiste en defender la democracia por la que luchó y entiende que esta es una gran oportunidad, lo que lleva a pensar que aceptará el reto.

"Hemos relajado en exceso el respeto a las instituciones; la política española está cada vez más fuera de lugar y tendrá que volver a su sitio"

La moción de Vox y la candidatura de Tamames han provocado muchas reacciones, en general de contrariedad. Por un lado, la moción es vista como una manera de entorpecer el cierre de la legislatura, ya muy cercano. Por otro lado, la trayectoria y la edad de Tamames reviven cierto desencanto. En su conjunto, la iniciativa ha concitado algunos reproches de frivolidad. Sucede que Vox censura todos los días al Gobierno y lo tacha de ilegítimo, y en 2020 presentó otra moción sin éxito, como a buen seguro resultará esta, de manera que no es necesario que Vox repita sus argumentos contra Pedro Sánchez, pues son de sobra conocidos. Abascal precisó que su intención era promover una moción instrumental para acto seguido convocar elecciones, pero esa operación llevaría un tiempo y estamos en vísperas de unas elecciones, que ya tienen fecha, a las que seguirán de inmediato las generales. ¿No es mejor para la democracia que sean los españoles, el pueblo soberano, los que se pronuncien sobre el Gobierno?

La moción de Vox no encuentra suficiente justificación, ni en la dinámica política del país ni en el calendario, y desvirtúa la institución. Tamames no es un candidato creíble porque no representa la política de Vox. De hecho, ha manifestado sus reservas, en particular en materia autonómica. Abascal la presenta a sabiendas de que va a ser rechazada. Aunque el candidato sea Tamames, es él quien se expone a sufrir un nuevo vapuleo en plena campaña electoral. Si especula con que la moción le sirva para descolocar al PP y ponerlo en bandeja a Pedro Sánchez, aprovechando la ausencia de Feijóo, aparte el mal uso de la institución, que no está pensada para dirimir batallas partidistas, el tiro podría salirle por la culata. El PP seguirá la línea política trazada y el pronóstico dice que se abstendrá. En ese caso, tendrá especial interés la intervención de Cuca Gamarra para explicar por qué su grupo no vota a favor de la moción pero tampoco en contra, teniendo a la vez razones de peso para lo primero y para lo segundo.

Según parece, Vox aún duda si presentar la moción. La renuncia sería la decisión más acertada por su parte y una estimable contribución a la democracia. Aún no estamos en puertas de un proceso constituyente, cuya apertura es pretendida por unos y vaticinada por otros, pero hemos relajado en exceso el respeto a las instituciones. La política española está cada vez más fuera de lugar. En algún momento tendrá que volver a su sitio y ocuparse en serio de lo que de verdad importa.

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