Crónicas galantes

Jabalíes contra el sistema

Ánxel Vence

Ánxel Vence

Un jabalí de casi un quintal de peso destrozó días atrás el coche del presidente de la Diputación de Lugo, al inmolarse contra el vehículo. Una vez más, los puercos bravos han demostrado su carácter antisistema, del que ya se sospechaba tras abalanzarse uno de ellos hace años sobre el automóvil del entonces presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo. Está claro que no les gustan los políticos electos.

Ni siquiera hacen distinción entre izquierdas y derechas, lo que confirmaría su talante rompedor y, digámoslo ya, revolucionario. Tanto les da un jefe provincial del PSOE como el presidente de un gobierno autónomo del PP.

Afortunadamente, José Tomé, último damnificado por la inquina de los jabalíes, tan solo sufrió lesiones de escasa importancia, aunque el coche quedase en estado de siniestro total.

El dirigente lugués hizo notar que el 60 por ciento de los accidentes de tráfico que suceden en su provincia se deben a la irrupción de animales silvestres –mayormente, jabalíes– en la carretera. Una cifra que, de ser cierta, da idea de los riesgos que presenta esta fauna montaraz.

“No distingue el puerco bravo entre izquierdas y derechas, lo que confirma su talante rompedor”

No extrañará, por tanto, que el Gobierno gallego decretase hace un par de años el estado de emergencia cinegética para propiciar la caza de esta especie. El resultado, eso sí, no ha sido todo lo satisfactorio que se podría esperar, a la vista de la tendencia de estos animales a reincidir en su ataque contra el público en general y las autoridades en concreto.

En el caso de Feijóo, ocurrido hace más de una década, el encontronazo del buga presidencial con los jabalíes se produjo a la altura de Lalín, lo que no habría de ser casualidad en modo alguno. La capital del Deza lo es también del cocido a nivel mundial, como se sabe; y la base de ese plato son las carnes del cerdo, que es pariente próximo del jabalí. Algún afán de venganza hay que sospechar, por tanto, en las causas de aquel accidente ya lejano en el tiempo.

También en tierras próximas al Deza, en Rodeiro, alcanzó fama casi legendaria un jabalí de grandes proporciones y aún peores propósitos que sembró el pánico entre la población de la comarca durante meses. Finalmente fue un coche el que, con grave riesgo para la integridad física de su conductor, acabó con las correrías de la bestia para alivio de los vecinos.

Aquel cerdo salvaje evocaba la leyenda del Twrch Trwyth o jabalí gigante al que el rey Arturo dio caza no sin perder antes a varios de sus caballeros en ese multitudinario combate de orden porcino.

Ahí se observa que la mala fama de los jabalíes viene de tiempos remotos, aunque por suerte para los gallegos ninguno de los de aquí haya perpetrado desmanes similares a los del temible Twrch Trwyth. Cuenta la leyenda que el animal llegó a destrozar un tercio del territorio de Irlanda antes de que Arturo lo ultimase.

Mucho más comedidos, los jabalíes galaicos la han tomado, sin embargo, con los presidentes; ya sean de la Xunta o de una Diputación, como es el caso que nos perturba estos días. Quién nos iba a decir que un país tan conservador como este fuese a alumbrar una especie antisistema.

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