Un millón

Biografía alternativa

Javier Cuervo

Javier Cuervo

El congresista republicano George Santos es un impostor o tiene una “biografía alternativa”. Antes de contar su caso hay que reconocer el atractivo de la doble vida porque desafía la tacañería existencial de la vida única, que nos desazona hasta el punto de haber inventado religiones y creerlas. Pero, Santos...

George Santos tiene el privilegio de ser americano, estatus que permite contener más vidas en una vida siempre que sean sucesivas, no simultáneas. Aquello que leíamos en las solapas de las novelas estadounidenses donde el escritor había sido minero del oro, gasolinero y castrador antes de escribir.

Además, Santos se llamaba Anthony Devolder hace diez años. Esta es la razón por la que parece correcto que los anglosajones digan “mi nombre es” en lugar de nuestro “soy”, que identifica plenamente el nombre y el ser. Por influencia boba ahora decimos “mi nombre es” aunque solo tengamos uno para toda la vida. Pero, Santos...

El candidato Santos tenía algo para cada minoría. Decía ser descendiente de judíos ucranianos huidos del Holocausto, pero llegaron a Brasil antes de que los nazis empezaran las matanzas. Decía ser hijo de una superviviente del atentado del World Trade Center, lo que no. Tenía dos títulos universitarios y había trabajado en dos grandes firmas de Wall Street, que tampoco. Alardeaba de haber sido una estrella del voleibol, que en absoluto. Se presentaba como víctima de un intento de asesinato político, lo que nanay. Sí había sido drag-queen en Río de Janeiro, pero el gay con novio que se ofrecía al electorado ocultó que había estado casado con una mujer.

La biografía alternativa del impostor George Santos enseña que el fraccionamiento del voto en torno a identidades y minorías y no a intereses generales obliga a tener vidas muy ricas y variadas en 34 años y que la mayoría de lo que ahora se exhibe para construir una falsa identidad hasta hace nada era lo que se ocultaba para ganar unas elecciones: judío, homosexual, fotos travestido... La impostura ha cambiado de lado.

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