Crónica Política

Los aeropuertos

Javier Sánchez de Dios

Javier Sánchez de Dios

Es una buena oportunidad, aunque no precisamente positiva de cara a los habitantes de este país, que regrese al primer plano la cuestión de los aeropuertos gallegos. Cierto que la opinión se desprende de datos negativos, tal como que la fusión de Iberia con otra compañía aérea pone en vilo al de Peinador, pero aún así, o por eso, vale la pena recordar unas cuantas cosas. La primera, y quizá más negativa, es que nunca se ha decidido alguien, en serio, a plantear la necesidad de convencer a AENA, que es la autoridad en el sector y depende del Gobierno central, para que coordine, por lo menos, la actividad en Lavacolla, Alvedro y la terminal viguesa de forma que cese la competencia entre ellos. Que, por cierto, hasta ahora ha beneficiado sobre todo a Oporto.

El asunto no termina ahí ni mucho menos. De algún modo habrá que regular esa competencia, que no se limita a disputar servicios de aerolíneas, sino a gastarse por los ayuntamientos cantidades notables de dinero público. Y eso con el fin de atraer a las llamas empresas low cost que, efectivamente, tienen precios bajos pero que se encarecen en cuanto el viajero haga algo más que ocupar un asiento por lo general incómodo. Un dinero que es de todos pero que sólo beneficia a algunos y que varios alcaldes han utilizado no tanto para un servicio “social” cuanto para tratar de superar a otros en una ridícula carrera para obtener gratitud de una población a la que se sirve mejor de otro modo.

En este punto, y para despejar dudas –algunas malintencionadas– conviene subrayar que el punto de vista que se expone no defiende ni de lejos el cierre de algún aeropuerto, sino más bien lo contrario: situarlos en un marco de mayor rentabilidad, eficacia y por tanto en un auténtico servicio a los habitantes de Galicia. Especialmente cuando el horizonte del AVE se cierre de una vez enlazando de verdad a esta tierra con el resto del mundo. Algo que puede implicar en ese momento un descenso en el número de usuarios del avión, hipótesis que aún no se nota pero que lo hará en cuanto la parte más poblada del país disponga de la posibilidad de desplazarse en tren y llegar a donde quiera probablemente antes que el avión.

Ése, por cierto, es un desafío que los responsables de este país tendrán que resolver de cara a cualquier estrategia de futuro que dibujen. Ese y otro, complementario, para impulsar la atención a una necesidad obvia pero que parece haber perdido su puesto en la atención general. Sobre todo con el establecimiento y consolidación de líneas ferroviarias de cercanías que, en Galicia serán siempre piezas fundamentales para las comunicaciones internas en un país complicado para ordenarlas. Sobre todo, y no estará de más insistir, si se acepta la evidencia de que el transporte de pasajeros y mercancías más asequible y útil será el ferroviario. O al menos eso dice un considerable número de expertos.

En todo caso, parece llegada la hora no sólo de repetir lo ya conocido –que también, por si acaso: aquí, a pesar de las memorias histórica, democrática y demás, hay mucho olvidadizo–, sino también para sugerir que este asunto, como el de las eólicas y sus ubicaciones, la reindustrialización y/o algunos proyectos agrarios, cambien de marco. Y no para que cada cual tenga su plan, que tampoco estorbaría, sino para que el conjunto de lo que se quiere para dentro de unos años, no demasiados, tome forma en lo que ya se ha reclamado: un Plan Estratégico de Galicia que contemple desde las infraestructuras hasta las paradas de los trenes de cercanías e incluso lo inverosímil: que el AVE se termine del todo en el 2025. Muchos se darían con un canto en los dientes.