Crónica Política

Clave y necesario

Javier Sánchez de Dios

Javier Sánchez de Dios

A primera vista debería confortar, incluso a los más escépticos, la respuesta del Ministerio de Transportes a la demanda de las tres comunidades del Noroeste reunidas en la “cumbre” de Compostela. Tan rápida, la respuesta, que diríase preparada, y tan genérica –con la excepción del coordinador del plan– como siempre. De ahí, el escepticismo de una parte de la sociedad gallega, entre otras razones porque la solemnidad del Gobierno al considerar el proyecto como “clave y necesario” –sic– necesitaba el motivo por el que, aun así, duerme el sueño de los injustos en alguno de los múltiples cajones que la Administración tiene para los asuntos pendientes o que no interesa resolver.

Dicho de otro modo, convendría concretar qué entiende de verdad por “clave” y por “necesario”. Y conste que la incredulidad que algunos analistas podrían achacar a la opinión que se expresa no es tanto, que también, por los precedentes cuanto quizá por los años que quien la expresa lleva observando los hechos de los diferentes equipos que desde la Transición han ostentado el poder democrático en España. Y no sería justo decir que Galicia ha sido la única con un déficit de atención, pero sí que se discutiría poco, seguramente, en el caso de afirmar que desde la época del “premier” don Felipe González, el Noroeste ha sido de los últimos en el orden de prioridades. Y eso sí que no es exagerar.

Pues bien, si ahora cambiasen las tornas y ese orden se modificase a favor de los lejanos, habrá que recitar lo de que “nunca es tarde cuando la dicha llega”. Eso sí: procurando no olvidar que este 2023 es un año electoral, ni que en esa circunstancia a cualquier gobierno se le hace la boca fértil. En todo caso, el escepticismo y cierta desconfianza no impiden que la esperanza se mantenga. Al fin y al cabo, las comunidades más potentes en voto ya tienen buena parte de sus demandas “claves y necesarias” resueltas y por ahí el Gobierno actual no debe temer represalia en las urnas: otra cosa es que se tengan, o no, en cuenta factores negativos que en otro país habría causado ya una escabechina en forma de ceses y dimisiones.

No se trata, y no estorbará insistir en ello, de rebajar cuanto haya de positivo en la rápida respuesta a la demanda del Corredor Atlántico de mercancías ferroviarias. Pero sí extraña que si se considera como una cuestión clave y necesaria no sólo haya habido muy pocas noticias sobre ella, sino que algunas han sido contradictorias. Aparte de un hecho comparativo que, aun odioso, procede mencionar: el del Mediterráneo no sólo está en marcha, sino que la protesta reciente por un descenso en el ritmo de las obras provocó su declaración oficial de “urgencia”. O sea, que allí funciona lo del refrán, que del dicho al hecho hay un trecho: aquí, por lo que se ve, un mundo. Y eso no anima, precisamente.

Queda todavía una última observación. Sin ánimo de incordiar, resulta un tanto extraño que la coordinación de un proyecto como este se encargue a Renfe en lugar de ADIF, que es la que suele, al menos nominalmente, encargarse de la cuestión de las infraestructuras ferroviarias, como su propio nombre indica. Y a juzgar por las declaraciones de técnicos de ambas durante el juicio por la catástrofe de Angrois, las relaciones entre ambas no parecen pasar por su mejor momento, detalle que podría provocar que a más de uno se le puedan hacer los dedos huéspedes. Y como tampoco los tiempos están para echar las campanas al vuelo por algo a lo que aún le queda todo por hacer, conviene no perder de vista al campanero. Por si las moscas.

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