el correo americano

No pasa nada

Xabier Fole

Xabier Fole

El congresista republicano George Santos, como él mismo ha reconocido, mintió durante la campaña. Pero la noticia, en este caso, no es que mintiera, sino que lo hiciera sobre prácticamente todo, hasta lo más insignificante. En la exégesis de sus mentiras, además, descubrimos las ambiciones del fabulador, que quiso ser el héroe (o la víctima) de todos los relatos. Graduado en universidades prestigiosas. Empleado desencantado en Wall Street. Dueño de 13 propiedades. Descendiente de supervivientes del Holocausto. Hijo de una víctima de los atentados del 11 de septiembre. Empresario que sufrió la pérdida de 4 trabajadores en el tiroteo de Orlando. Fundador de una organización benéfica que rescató a más de 2500 animales. Atracado en las calles de Nueva York. Etc.

Al parecer, no hubo nada de eso. Ni una. Es que Santos no se conformó con “embellecer su currículum”, como se lamentó, sin ironía, en una entrevista con el ‘New York Post’; se inventó un personaje elaborado con recortes de periódicos y lo puso a caminar bajo los focos de la política nacional, desafiando los límites de la ficción en el Congreso. Este es, quizás, el caso más representativo de nuestra era. No es el único, claro. Y mentiras se han contado siempre desde que el político profesional se lanzó a la búsqueda del voto. Pero sí es el más escandaloso, si es que esa palabra ahora significa algo. Es conveniente tener presente, sin embargo, que su éxito (en el estado de Nueva York, para más guasa) nos dice mucho más de quienes lo eligieron (tragando u obviando las falsedades) que del embustero patológico que ya tiene su ‘sketch’ en “Saturday Night Live”.

"Santos no se conformó con embellecer su currículum, se inventó un personaje elaborado con recortes de periódico"

Como con Trump, es mejor no distraerse con el dedo y prestar atención a la Luna. Y la Luna es el terreno que pisamos todos: el degradado contexto en el que un fenómeno como este se pudo producir. Ahí tenemos la incómoda realidad de nuestros días. El desagradable paisaje. Sus mentiras son tan grandes, tan inverosímiles, tan plagadas de clichés, que eclipsan el origen del problema. Y son tantas, tan variopintas, que cuesta recordarlas todas. Pero no pasa nada. El personaje ya se ha convertido en una celebridad, para mal y para bien. Un producto de entretenimiento. Con horas y horas de comentarios y de risas en televisión. Horas, al fin y al cabo. No ha de preocuparse el congresista, pues siempre habrá grupúsculos mediáticos que lo acepten a cambio del extremismo ideológico correspondiente. Que semejante picaresca haya funcionado, con todo lo bochornoso que esto pueda resultar, será todavía mucho menos grave que la futura (y muy posible) ausencia de su castigo político.