Crónica Política

Las modas

Javier Sánchez de Dios

Javier Sánchez de Dios

Es muy probable que el presidente Rueda tenga razón cuando dice que “Galicia está de moda”. Las cifras de afluencia de visitantes en este último 2022 permiten la afirmación sin riesgo a réplicas, y esa es una buena noticia para el país. Además de la confirmación de una tendencia que, además, demuestra el buen trabajo de aquellos a los que se encargó llevar al turismo gallego a cotas que lo convirtieran en una referencia siquiera europea. Ya lo era en términos de cristiandad y peregrinazgo, pero ha subido de nivel al menos en la escala peninsular, y probablemente los resultados del Xacobeo bianual no hubieran padecido el ataque, frontal primero y algunas de las secuelas del COVID-19 después.

Incluso hay observadores que opinan que la ausencia del Pontífice romano, que desoyó sin razón aparente las invitaciones que se le formularon desde los sectores laico y religioso, también redujo el éxito. Pero todo ello no empaña ni el esfuerzo ni el balance: ahora, lo que conviene es que nadie aquí olvide dos reflexiones elementales: una, que la moda es algo pasajero por definición, aunque tarde mucho en ocasiones y, segunda, que depositar la mayoría del potencial dinamizador de la economía en un sector vulnerable a demasiadas circunstancias no sería una buena política. Desde una opinión personal, por supuesto.

Todo eso no quiere decir que se considere a los visitantes innecesarios, sino sencillamente que ha de valorarse su presencia en lo que realmente significa, y no poner gran parte del futuro gallego en sus billetes de ida y vuelta. A partir de las dos opiniones, quizá proceda una tercera: el país está viviendo una etapa de enormes posibilidades de desarrollo económico y social, básicamente por la política europea que ha desplegado decenas de miles de millones para estructurar lo que la pandemia desarticuló y para rehacer, mejorándolo, lo que quedó destruido. Claro que para eso es necesario hacer públicos los criterios de reparto y concretar los objetivos que se pretenden.

Cierto que la aplicación en España es tan deficiente y oscura que hasta la misma UE, quizá harta de mensajes sin respuesta, ha dispuesto enviar a España una comisión para que evalúe la situación. Solo un iluso esperaría que salga de esa visita una reprimenda y mucho menos pública, pero es probable que a Moncloa y sus enlaces les suenen los oídos. Sea como fuere, con el equipo PSOE-UP advertido, o con otro Gobierno cuando toque, algo deberá cambiar, y mucho paras que el sectarismo deje lugar al sentido de lo común. Y cuando llegue el momento, Galicia deberá aprovecharlo para fortalecer su músculo industrial, así como actualizar y mejorar aún más sus puntos fuertes.

Porque Galicia ha de disputar aquellos mercados en los que tiene opciones de convertirse en referente. También el turístico, sin duda: pero con la conciencia clara de que depender del sol, el calor y, en definitiva, el clima, no es la mejor de las apuestas si se quiere ir as por todas. Compatible con otras y que sirve de locomotora de sectores básicos, sin duda, pero también muy vulnerable, conviene insistir. Es de esperar que quienes deben hayan tomado buena nota de cómo funcionan no sólo países vecinos, sino incluso europeos en trance de consolidación. Y es que ya se tiene advertido que por ahí el que no corre, vuela.

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