Lo que hay que oír

Estas palabras son dañinas, dice Standford

La nueva censura del lenguaje

Francisco García Pérez

Francisco García Pérez

La prestigiosa universidad privada y californiana de Stanford –ha cobijado 81 Premios Nobel− está decidida a eliminar lo que entiende como lenguaje nocivo, es decir, dañoso, pernicioso, perjudicial… con el fin de que la generación actual y las venideras se acostumbren a llamar las cosas no por su nombre sino por el nombre que Stanford ha decidido. Y al que no esté de acuerdo, se le cancela, se le borra, al ostracismo, a la puta calle. Y es que los censores no pararon desde que el mundo es mundo, basados en su gran sofisma de cabecera: no cambiemos las cosas, cambiemos la manera de nombrarlas. Y así triunfarán los neoliberales y ultraderechistas mundos de yupi. Colorín colorado. Pasen y lean (quito, como siempre, muchas comillas para facilitar la lectura: seguro que me cancelarán).

No hay que decir aborto: hay que decir y escribir fin o término. Nada de adicto, sino persona con un trastorno por abuso de sustancias. Toma ya chovinismo: no diga americano, diga ciudadano de los EE UU (pregunto: ¿aun siendo natural de Guatemala?). Son inapropiados para las mentes stanfordianas los términos caballero y señorita: habrán de sustituirse por “todo el mundo”. Tampoco vale chicos, sino “gente”. Nunca locuciones como conocimiento tribal, pues banaliza los saberes ancestrales, transmitidos a través de generaciones de pueblos indígenas: así que dígase “conocimiento institucional”. Jamás se usará en medicina “estudio a ciegas” pues –atentos los de los pueblos a la explicación– “perpetúa que la discapacidad es de alguna manera anormal o negativa, fomentando una cultura capacitista”. ¿Cómo lo llamamos?: estudio enmascarado. Olé. Suprímase eso tan feo de hispano por una cosa que me llevó al llanto: “latinx”. Una persona que ha inmigrado reemplazará a inmigrante, pues por qué usar una palabra cuando cuatro son suficientes, como se satirizó enseguida.

¿Islas Filipinas? Nada de eso, la Universidad de Stanford lo niega, por colonialista: Filipinas o República de Filipinas. Es curioso que prescriban que loco deba ser sustituido por sorprendente, pues aquella obsoleta acepción “trivializa las experiencias de las personas que viven con problemas de salud mental”, al parecer. Imagínense el bolero “El loco” (“Si me llaman el loco, porque el mundo es así: la verdad, sí estoy loco, pero loco por ti”) en versión Stanford?: “Si me llaman el sorprendente, porque el mundo es así: la verdad, sí estoy sorprendente, pero sorprendente por ti”. Qué quieren que les diga... Ni pobre les vale, ni indigente les vale: ojo al dato de la propiedad privada, pues ha de llamárselas persona sin vivienda. Nada de aquel eslogan “siente un pobre a su mesa”, que popularizó la inmensa película “Plácido”: siente una persona sin vivienda a su mesa (¿y luego la echo a patadas al frío exterior?). Nunca estuvieron los presos presos: están o estuvieron encarcelados. Las prostitutas serán nombradas como personas que se dedican al trabajo sexual. Ya lo estoy oyendo: yo no soy un putero, soy persona que frecuento a otras personas que se dedican al trabajo sexual. En definitiva, no pueden los de Stanford escudarse en que están seniles, pues han borrado “senil” y puesto en su lugar “persona que sufre de senilidad”. A Glenn Miller o a The Doors ya no se les adjudicará jamás la melodía “Verano indio”, aquel “Indian Summer” –que amenizaba el popularísimo programa radiofónico y propagandístico de doña Elena Francis–, esa peste sofocante de tiempo calidorro, esa especie de aire de las castañas, que sirve para que el personal enloquezca (más) –o “se sorprenda”– y caiga raudo el fruto del árbol, y en los USA para que los indios o nativos o como se les llame hoy cazasen unas cuantas jornadas más. Tendrá que ser “verano tardío” pues, al parecer, la otra denominación sugiere que los indígenas son crónicamente atrasados.

Podría seguir citando a los de Stanford. Pero recuerdo la advertencia del filósofo Voltaire: “Quienes te hacen creer cosas absurdas, te harán cometer atrocidades”. Así que me callo.

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