Tribuna LIBRE

Salvador Ruibal, salvador de la Granja de los Sentidos

Manuel Rosales

Después de haber buscado durante mucho tiempo cómo se llamaba el guardián o casero de la Granja de Briz, por fin, y de una forma casual, lo encontré y muy contento con dar con el artífice de la Gran de los Sentidos, muy visitada en verano por familias forasteras que traen a sus hijos a visitarla, aparte de muchos servicios que hace al pueblo de Marín.

La historia comienza un verano. No recuerdo el año en que yo estaba activo en la vida deportiva. Uno de mis entrenamientos era subir la calle Cuesta de Marín hasta el colegio de los Padres Paúles.

Un día entrenando salió de la Granja de Briz el guardián y me dijo: “Manolo, ven que te voy a enseñar la granja”. Por respeto lo seguí ya que era un hombre de más edad. Pensé que me estaba estropeando el entrenamiento, pero después no me pesó porque comprendí que aquel hombre tenía razón.

Después de recorrer los más de 20.000 metros cuadrados con una flora de árboles centenarios y sus edificios comprendí que aquel hombre tenía razón al decirme: “Manolo, eu creo que esta granxa para Marín era estupenda, porque xa estiveron uns contratistas para facer vivendas. Tí, que algunha vez escribes na prensa, por qué non pos unha nota para que a compre o Concello”.

Después de escribir la nota en la prensa, al principio no tuvo mucho eco, hasta que un día me encontré con un amigo de mi edad, Enrique Touriño, propietario de una de las farmacias más antiguas de la provincia, que me dijo: “Manolo, la nota de prensa, muy bien”.

Esto me dio ánimo para seguir insistiendo. Días más tarde coincidí con Antonio Martínez, recientemente desaparecido y buen marinense, que fue el impulsor del paseo marítimo. Me dijo que había que estudiar aquella nota. Pues sí que la estudió y se volcó en el proyecto que hoy es una realidad.

El objeto por el que escribo esta columna es para darle la razón al marinense Manuel Torres por el reciente artículo en el que comunicaba que era injusto que la Granja de Briz siga levando el nombre del antiguo propietario mientras que un modesto marinense, su casero Salvador Ruibal, se preocupó por su pueblo y hoy tenemos la Granja de los Sentidos salvada de la especulación del ladrillo.

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