Crónica Política

Un par de chistes...

Javier Sánchez de Dios

Javier Sánchez de Dios

Ha de ser, seguramente, por un libreto establecido en los despachos de la sede socialista en la calle madrileña de Ferraz, donde el ministro Bolaños, parece, dibuja la estrategia y da las órdenes para contener las críticas que allí llaman –siguiendo, por cierto, el manual– “la conspiración de las derechas”. Y ahí mezclan cualquier cosa, incluidas las evidencias de su mala gestión y, sobre todo, la de que en España ya casi nadie se cree que todos los ciudadanos son iguales. Por más que la orquesta tenga instrucciones específicas de repetir lo contrario, y con ritmo. Pero ni siquiera ofreciendo baile y entrada gratuitos: la gente del común, y la otra que se va sumando cada día, no está para fiestas.

En ese marco, en verdad muy manido, pero pertinente, aún caben sorpresas e incluso desilusiones. Por ejemplo, cuando algunos portavoces regionales del Gobierno –o sea, los delegados– se convierten en recaderos que van de allá para acá procurando que nadie se salga del guion. Y, como casi siempre, ahora le ha tocado a Galicia, por medio del coruñés exalcalde de Ames, recitar los evangelios de la gobernanza según Pedro. Y de ese modo produjo una serie de chistes –alguien los rebaja a bromas– sin gracia, coincidentes todos ellos en que el retraso de los trenes que completarán el AVE a Galicia –que él da por concluido: cosas del despiste– “se construirán cuando se garantice la seguridad”.

El señor delegado, que en sus primeros pasos en el cargo pareció demostrar una voluntad real de defender en Moncloa los asuntos gallegos, se ha convertido con el paso del tiempo en apenas un repetidor –automático, eso sí– de los mandatos que le llegan. Se trata de que el relato de las frustraciones ferroviarias de Galicia refleje lo habitual en el PSOE de ahora: que la culpa es de otros. Y si para eso hay que preguntar donde estaban los responsables del remate del proyecto, ni duda en olvidar a Magdalena Álvarez y a José Blanco -o antes Aznar-, ambos los dos ministros de Zapatero y a los que sirvieron o lo hacen aún bajo la bandera de Sánchez. O sea, lo que se llama “memoria selectiva”, que es como la histórica, pero a medida.

Claro que el alegato del representante gubernativo no debió ser bastante satisfactorio ni convincente: tuvo que ser la autora del incendio, la señora secretaria de Estado de Transportes, quien saliera para aclarar sus manifestaciones en sede parlamentaria sobre el remate del AVE Madrid-Galicia con los trenes “Avril”, aunque nada dijo sobre la adaptación de las vías en los tramos pendientes. Que a pesar de su compromiso acerca de su remate antes del verano (pasado) ha de estar pendiente aún. Porque, de lo contrario, no se entiende ni siquiera como excusa a la referencia del señor Miñones a la “seguridad”. Que no aclara gran cosa, pero obliga a recordar Angrois, y eso sí que da miedo.

La secretaria de Transportes, con más oficio, ha optado por otra línea para explicar lo inexplicable: dijo que la fabricación de los trenes resulta una tarea “enormemente complicada” y reitera que esa complicación hace casi imposible datar su puesta en marcha. O sea, que este segundo chiste, también sin gracia, plantea la duda de si en el Ministerio hicieron los deberes previos de información y preparación o creyeron, una vez más que el Noroeste está muy lejos y por eso gastar dinero en acercarlo al resto del mundo es menos rentable que hacerlo en comunidades limítrofes a la frontera pirenaica como el País Vasco o Cataluña, e incluso Valencia. Y en esas está Galicia, donde asusta pensar qué pasará con las otras promesas del AVE con Portugal o la variante de Cerdedo. Está visto que aquí, lo de “papá, ven en tren” no vale.

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