Sol y sombra

El chasco del escribidor

Luis M. Alonso

Luis M. Alonso

Los medios de comunicación rosa y también los que no lo son tanto llevan semanas ocupándose de la separación de Isabel Preysler y Mario Vargas Llosa. Por las informaciones se sabe que el idilio entre Lady Porcelanosa y el Nobel, autor de Conversación en La Catedral, ha tenido un final amargo para los dos principales protagonistas; según parece ser los hijos de ambos se alegran de la ruptura. Amigos y allegados no se privan de contar los detalles íntimos de la relación o de especular con los daños.

¿Los motivos de la desavenencia? Se habla de los celos del escritor y de la frustración de la socialité filipina ante la negativa al matrimonio, e incluso del distanciamiento de la dueña de Villa Meona por las críticas de su pareja a su hija, Tamara Falcó, tras unas declaraciones tan estúpidas como homófobas de esta en México. No hay que fiarse de ese mundo y menos aún de lo que cuenta, pero por encima de todo está la razón suprema que lleva a cualquiera a desengancharse de una relación incómoda e inapropiada.

"La historia está poblada de ejemplos de intelectuales que parecen tenerlo claro y son los primeros en confundirse"

Resignados al pensamiento bruto de que tiran más dos tetas que dos carretas, desde un principio hubo quienes creyeron que la relación tenía fecha inminente de caducidad. No sé si Vargas Llosa, que puso a la revista “Hola” como ejemplo genuino de la civilización del espectáculo en el aclamado ensayo que publicó hace diez años precisamente bajo ese título, tardó en darse cuenta del avispero donde se había metido. El caso es que le llevó su tiempo reaccionar públicamente con desprecio hacia un mundo despreciable. La historia está poblada de ejemplos de intelectuales que parecen tenerlo claro y son los primeros en confundirse. La literatura, también. Nuestro novelista erró, conociendo se supone que el paño, cuando emprendió su aventura presidencial en Perú. De ello salió El pez en el agua, un gran libro cargado de experiencias personales. Confiemos, al menos, de que le queden ganas para narrar este nuevo chasco.

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