El hastío, lodo de las emociones

Mons. Alberto Cuevas Fdez.*

Mons. Alberto Cuevas Fdez.*

Estoy disfrutando con la lectura de un libro, que recomiendo a todos los amantes de la mejor literatura: la de escritores no solo ágiles sino con clase, si se me admite la expresión. Hablo de Amor Towles y de su obra “Un caballero en Moscú” que se centra, como excusa perfecta y de manera magistral, en los inicios del proletariado y cuatro décadas más de la historia de la Rusia moderna, para hacernos descubrir el valor de las relaciones humanas primordiales en medio de cuantas atrocidades puedan rodearnos.

La lectura del libro de Towles nos engancha por la minuciosa y certera descripción tanto de los ambientes como de las sensaciones. Precisamente el chispazo de las reflexiones que siguen nace de una de ellas, que dice así: “Con tan poco que hacer y con todo el tiempo del mundo para hacerlo, la paz mental del conde seguía amenazada por una sensación de hastío, ese temido lodo de las emociones humanas”.

Tan pronto lo leí me vinieron a la cabeza las innumerables personas que por muy diversas circunstancias andan por la vida teniendo todo el tiempo del mundo para no hacer casi nada; multitud de individuos, ancianos de cualquier edad, a las que se le ha venido abajo la ilusión de proyectar, de imaginar futuro y de vivir. El hacer y la nada juntos, pensé, ¡qué contradictoria frustración! Seguramente por eso, por la ineficaz impotencia de disfrutar de la vida –independientemente de las circunstancias que hayan causada tal incapacidad–, nace y crece el hastío, “ese temido lodo de las emociones”.

"Tan pronto lo leí ["Un caballero en Moscú", de Amor Towles"] me vinieron a la cabeza las innumerables personas que por muy diversas circunstancias andan por la vida teniendo todo el tiempo del mundo para no hacer casi nada"

Y como una letanía, me vinieron a la cabeza los versos de Antonio Machado: “Del reloj arrinconado,/que en la penumbra clarea,/el tictac acompasado/odiosamente golpea./Dice la monotonía/del agua clara al caer:/un día es como otro día;/hoy es lo mismo que ayer”. Y es que el hastío es como un brebaje combinado de insatisfacción, tedio y cansancio. Ese aburrimiento psicológico de vivir prepara el gran veneno de la salud mental.

Casi seguro de que todos alguna vez hemos sentido cierto hastío y sabemos lo asfixiante que resulta, pero la gravedad se inicia cuando ese sentimiento, se instala como una bruma constante, como una espina que se clava de manera profunda hasta alterar la forma de ser. Ya que no es que se pierda la motivación del actuar, es el aburrimiento crónico de percibir cuanto nos rodea como desagradable, nada interesante y falto de sentido. Schopenhauer apuntaba que esta dimensión se da cuando nos abandona el amor, el placer de viajar, de leer… y suele manifestarse como que no interesan las cosas que antes apasionaban, no hay metas, faltan emociones, hay una insatisfacción general sobre las personas y sobre la sociedad en que se vive.

Es innegable que a veces la vida no es justa. En ocasiones, invertimos tiempo, energías, incluso un pedazo grande de nuestro corazón en un proyecto y nos llega de vuelta un revés y todo esfuerzo, todo sueño, explotó desintegrado. Venirse abajo en estos casos parece lo más que lógico y comprensible. Ahora bien, si esto ocurriera nos quedan dos opciones: o bien asumir que no podemos cambiar lo ocurrido, que fuimos prisioneros de las circunstancias y que no hay nada que hacer; o como segunda opción –y esa es la muy recomendable y más realista– , entender y aceptar que, lo que queda es cambiar nuestra actitud hacia dichas circunstancias y situación.

Por tanto, para seguir viviendo y sin hundirnos en el hastío –“ese temido lodo” de aguas pantanosas–, debemos ser capaces de aplicar una actitud más fuerte, resiliente y positiva para poder así hallar un sentido de la vida más esperanzador y más elevado.

Seguramente, lo sé por experiencias propias y ajenas, a quien puede agarrarse como creyente al salvavidas esperanzador de la fe en un padre que jamás te abandona a pesar de las complicaciones, la luz a la salida de los túneles se le antojará más cercana.

Sacerdote y periodista

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