DESDE MI ATALAYA

La calle donde nací (II)

Como decía, la calle donde nací. Arranca en el “Puente de la Libertad”, allí, a ambos lados se ponían las lavanderas para lavar la ropa, que luego ponían al clareo sobre la hierba, entre las que se encontraban Gloria, la Landina, Amparo, etc., que diariamente, con su cesta de ropa a la cabeza, bajaban a la vera del río, para hacer su diario trabajo. Había una pequeña caseta de arbitrios, donde diariamente se encontraba un agente, un hombre alto que siempre vestía abrigo, que controlaba la entrada de productos a la villa, colmo leche y productos del campo, colgada materialmente sobre el puente, con unas escaleras de barandilla de hierro, que bajaban a la vera del río, y por la que vimos más de un accidentado motorista, bajarlas estrepitosamente.

En su margen izquierdo, la primera casa tenía una galería que daba al río, era de Pesqueira, un funcionario de Renfe, después venía la casa donde vivía don Pepe Touriño, querido y admirado médico de familia de los de antes, siempre dispuesto a acudir solícito a casa de quien lo necesitaba, con su puro en la mano, para tender al paciente, llevando siempre la calma y la tranquilidad, y nuestro amigo Benito con sus hermanos, en el bajo estaba la “Sindical agraria”. Subiendo por La Cuesta, había una casa de planta baja, donde vivía Pascual, y seguida la casa de los Caloto, un coronel de artillería que era de Orense, que venían en verano. Siguiendo la calle esta la curva que llamábamos del “Bicho”, había una casita de planta baja, donde vivía el jefe de la Banda de Cornetas de la ENM, siguiendo hacia arriba estaba el taller de mi abuelo, una carpintería, donde se construyó el xeiteiro “Arau”, por iniciativa de mi padre, que, por cierto, duró poco dado su escaso rendimiento, y que se vendió a una empresa que estaba haciendo el embalse de “Belesar”, para transporte de los obreros de una orilla a otra, cuando se llevó al varadero de Tiburcio, para echarlo al mar, fui dentro del barco. Pegado al taller estaba la casa de Agra, donde vivían sus hijos José, Lito y Rosa, y al terminar entraba el callejón “da Carteira, hoy conocido por “Callejón Torres”, y done había una casa de mi abuelo, en la que vivía Félix Iribarne con su familia; Anichi, Félix, M.ª Carmen y Juanjo, al lado la Sra. Dolores, la “Carteira”, Sra. Eudosia y Pepito” Che”, también la casa de verano de Señorans.

La casa donde nací y viví hasta que me casé, era una edificación esbelta, de dos pisos y ático, el primero de piedra y el segundo de ladrillo, todo con madera de teca, hecho por mi abuelo, aunque no siempre había sido así, en principio era de planta baja y piso, pero cuando se casaron mis padres, le echaron un piso que fue nuestra vivienda. Tenía un hermoso balcón en el primer piso y una espléndida terraza en el segundo, que se divisaba todo Marín, se veía la capilla evangélica, que de aquella destacaba sobre los demás edificios, y desde donde, era capaz de leer en la placa de mármol de su fachada, la frase de: “La paga del pecado es muerte, más el don de Dios es vida eterna”, que me impactó. También teníamos una huerta, donde Pepa, la sirvienta de mis abuelos, plantaba patatas, verduras y hortalizas (tomates, lechugas, cebollas, etc.), teníamos una mesa con sus bancos de piedra donde comíamos en verano y buen tiempo, debajo de una viña de albariño, del de entonces. La mesa también servía para jugar a los barcos, que nuestro padre nos enseñó a hacerlos de cacha de pino, y lo pasábamos bomba. También teníamos un gallinero y un gran lavadero. Era un hermoso jardín.

En la planta baja tenía mi padre la academia “Atheneum”, a la derecha la antigua cocina en tiempos que vivieron mis abuelos, que servía de almacén para guardar trastos y para hacer el “Nacimiento”, que me encantaba. En el primer piso vivía mi tío Manolo, donde tenía su estudio, y dos habitaciones donde dormían mis hermanos mayores, en la que hace esquina con el callejón, paso mi padre largos meses con la gripe del 17, mi hermana y yo dormíamos en el segundo, que era nuestra vivienda, que tenía la habitación de mis padres, enorme, y que daba a la terraza, despacho de mi padre, comedor, cocina y baño, la habitación de mi hermana y mía, hacía también de costurero, con máquina, donde mi madre se pasaba todas las tardes dale que dale al pedal, cosiendo. Y la cocina muy luminosa, que tenía una galería que daba a la calle y una puerta que daba al jardín.