DESDE MI ATALAYA

La calle donde nací (I)

Nací en la calle del Baño, situada en la parte alta del barrio marinense de la Banda del Rio, conocido por ser un barrio casi exclusivamente de pescadores. Marín en aquellos tiempos, década de los cuarenta del siglo pasado, era una villa eminentemente marinera, que trataba de superar la desgracia, penuria y ruina de la Guerra Civil, tratando de olvidar las horribles situaciones vividas entre hermanos, y la serie de atrocidades y asesinatos, por una causa que todos encontraban noble y heroica, pero que no convencía a todos por igual, dependiendo de que se tratase y del bando en donde se produjese.

Nosotros, naturalmente vivíamos ajenos por completo a todo aquello que no entendíamos, pero que, sin embargo, notábamos en el ambiente, ciertas situaciones y posturas, que no alcanzábamos a comprender. Nací en el seno de una familia modesta, como la inmensa mayoría de los chavales de aquella época. Mi padre, maestro nacional, se desvivía trabajando de alba a alba para hacernos una vida mejor a la familia. Era el pequeño de seis hermanos, en la que todos éramos varones, menos la anterior a mí, que era mujer. Mi vida discurría con toda tranquilidad, pasando los años, sin más sobresalto que los exámenes de fin de curso.

Como decía, mi calle era la calle del Baño, porque por ella pasaban los bañistas hacia las playas: Portocelo, Mogor e incluso Aguete, arranca en el puente de la “Libertad”, que salva el rio Lameira; también era conocida como carretera de Cangas, aunque naturalmente también pasaba por Bueu, y posteriormente calle de la Escuela de Tiro Naval Janer. En aquellos tiempos, el tráfico rodado era escaso y conocido, y los chavales jugábamos en ella a la pelota, o a cualquier otro juego de entretenimiento, pues conocíamos los horarios de paso y los ruidos característicos de los pocos vehículos que pasaban por ella. Así conocíamos la “línea”, que pasaba a la una y diez y a las dos de la tarde, camino de Cangas. Esta línea de autobuses, que salía desde la capital, paraba en la calle Bastarreche, frente a la taberna de “Francisco”, que hacía de administración y despacho de billetes. Eran grandes máquinas que se movían con queroseno, que llevaban en un gran depósito trasero, y que apenas podían subir la cuesta hacia Mogor. Más tarde vinieron los autobuses más modernos que eran mucho más ligeros y menos ruidosos. Y entre las dos y las dos y media pasaba un camión hacia Bueu, que desde la capital llevaba las mercancías, y se le conocía como el camión del “Pico”, y como vehículos ligeros, apenas el coche de Alcántara, y poco más, que eran los que interrumpían nuestros juegos.