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Joaquín Rábago.

¿Una nueva guerra en Europa, otra vez en los Balcanes?

Como si no fuera suficiente con la guerra de Ucrania, crece también la tensión en los Balcanes, donde ya se libró en los años noventa otra guerra brutal que terminó en 1999 con el bombardeo por la OTAN de la Yugoslavia de Slobodan Milosevic.

Una de las consecuencias de aquella primera intervención militar de la Alianza en suelo europeo, justificada oficialmente como respuesta a la limpieza étnica de los serbios contra la población albanesa, fue el establecimiento en la provincia serbia de Kosovo de un protectorado de la ONU, que se proclamó independiente en 2008.

Además de Naciones Unidas, numerosos países de distintos continentes y, por supuesto, Serbia, cinco gobiernos europeos siguen sin reconocer el estatus independiente de Kosovo: los de España, Grecia, Eslovaquia, Rumanía y Chipre.

La negativa de Belgrado a respaldar las sanciones occidentales contra Rusia, su tradicional aliada, pese a las fuertes presiones tanto de la OTAN como de la Unión Europea es ahora causa de frecuente fricción entre Serbia y los países de la Alianza.

El presidente serbio, Aleksander Vucic, argumenta que su país ya sufrió las sanciones occidentales entre 1992 y 2001 y defiende la total autonomía de sus decisiones de política exterior frente a las imposiciones atlantistas.

Desde su declaración de independencia, Kosovo ha sido escenario de graves crisis entre el Gobierno albanokosovar y la minoría serbia del norte, que en noviembre decidió abandonar las instituciones gubernamentales, entre ellas la policía.

Para sustituir a los agentes serbios, Pristina mandó allí a policías de la mayoría albanesa, de los que, sin embargo, desconfía la población local, que ve en ellos sólo una fuerza de ocupación.

El pasado 15 de diciembre, el mismo día que el primer ministro albanokosovar, Albin Kurti, solicitó el ingreso de Kosovo en la UE, el presidente serbio, Aleksandar Vucic pidió permiso a la OTAN para el envío de un millar de militares al norte de Kosovo con el fin de garantizar la seguridad de la población serbia.

La resolución de la ONU por la que se puso fin a la guerra en 1999 contempla esa posibilidad, pero el Gobierno de Kurti la descarta totalmente con el argumento de que Belgrado no puede mover hacia atrás la rueda de la historia.

El envío de tropas albanokosovares a Mitrovica y otras zonas donde viven los serbios es visto como una provocación por Belgrado, que acusa a los albanokosovares de incumplir las resoluciones de la ONU y los acuerdos de Washington y Bruselas.

El Kremlin denuncia, por su parte, la que califica de “campaña de intimidación” hacia los serbios y critica la pasividad de Occidente a la vez que acusa al Gobierno albanokosovar de no garantizar la seguridad de la minoría serbia.

La situación en ese pequeño Estado de los Balcanes fronterizo con Albania, Serbia, Macedonia del Norte y Montenegro, puede terminar abriendo un nuevo frente bélico en territorio europeo mientras el conflicto ucraniano sigue sin resolverse.

El embajador ruso en Belgrado, Aleksandr Bokan Jarchenko, declaró recientemente que lo que sucede hoy en Kosovo le recordaba lo ocurrido en Ucrania a raíz de lo que en Occidente se que conoce como “la revolución del Euromaidán”, pero que para Moscú fue solo un golpe antidemocrático contra el Gobierno prorruso de Viktor Yanukóvich.

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