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Carmen Martínez-Fortún

El escándalo de Jesús

Un Ayuntamiento de Francia, obligado a retirar el nacimiento

A una le parece totalmente compatible con la aconfesionalidad de un estado laico celebrar la Navidad como lo que la Navidad es, o sea, la conmemoración del nacimiento del Señor. Sobre todo cuando, con toda su laicidad a cuestas, las autoridades civiles encienden sus calles y comercios y la gente festeja con regalos y comilonas unos días cuyas celebraciones no tendrían sentido si no conmemoraran el nacimiento de Jesús en Belén. Por eso, el hecho de que no sé qué Ayuntamiento en Francia haya sido obligado por la justicia a retirar el nacimiento que celebraba en su edificio aquel instante tierno y a la vez trascendental de la historia de la humanidad, le parece una lamentable demostración del ridículo institucional que la intolerancia de la religión civil puede provocar cuando se toma de un modo tan huecamente solemne sus quintaesencias.

“El niño pobre en un pobre pesebre debe escandalizar a una sociedad que hizo del materialismo su razón de ser”

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Me dirán ustedes que esto lo escribo porque soy creyente. Puede. Pero haciendo uso de todo mi pensamiento racional, no alcanzo a comprender quién puede estar interesado en luchar activamente y perder su preciado tiempo en poner una denuncia, pues fue necesaria una para que se retirara el belén, contra una tradición cultural que se encuentra en la raíz misma de lo que somos en Occidente y que justo en estas fechas conmemora el mensaje más hermoso que puede existir. El del amor encarnado en un inocente que se hizo hombre rodeado de extrema pobreza para mostrar que la felicidad y la bondad no tienen que ver ni con el dinero ni con el poder.

Ese niño pobre en un pobre pesebre debería escandalizar a una sociedad que ha hecho del materialismo su razón de ser. En eso estoy de acuerdo. Y tal vez por eso los pretendidos progres se revuelven contra el verdadero progresismo de una familia que enseña el amor sin límites y el perdón siempre.

O puede ser porque ese niño luego creció, expulsó a los fariseos del templo, insistió en que dejaran a los niños acercarse a él, predicó que había que dar al César lo que del César era y dijo cosas tan incómodas como aquello tan insólito de que tu sí sea sí y que tu no sea no.

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