Violencia en las gradas

Elogio de la curiosidad y las ganas de aprender

Francisco García Pérez

Francisco García Pérez

Ahora que ya cualquier españolito sabe decir bloque bajo, bloque medio bajo (¿acaso escrito mediobajo?), recuperación tras pérdida, atacar los espacios, desmarque interior de ruptura, presión baja, basculación, pases filtrados, superar líneas en conducción, perfilarse por el pasillo interior… Ahora, digo, que la selección española masculina ha caído eliminada en el Mundial de fútbol de Catar o Qatar, recuperándose así (aviso de ironía) aquella vieja esencia hispana de caer nada más superada, con apurillos, la llamada fase de grupos… Ahora, vuelvo a decir, que como compensación a la derrota se ha engrandecido el léxico patrio con palabras tan justas y necesarias tal que las citadas, gracias a la inestimable contribución de parlanchines y comentaristas futbolainas o bien pelmazos, o bien relatores de lo evidente… Ahora, digo por fin, que vi de pasada por la tele unas cuantas turbadoras entradas (es decir, “rozando el reglamento”, como aclaraban los expertos) de los jugadores marroquíes, marroquís o marroquinos a nuestros jóvenes millonarios balompédicos (no como la de Nigel de Jong a Xabi Alonso en el año 2010, pero bueno), recordé las palabras de aquel pivote inglés del XX que tan leñero y agresivo era que cuando entraba a un jugador contrario salían por el aire tres cosas: dicho contrario, un tapín de césped y la pelota. Lo apodaban Vinnie Jones y dejó dicho no sin grande dosis de cinismo o buen humor tras lesionar a medio equipo contrario: “He acabado con la violencia en las gradas. La he llevado al campo”.

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Lo traté unas cuantas veces en Madrid, a últimos del pasado siglo, en la editorial Alfaguara y restaurantes cercanos. Me cayó muy bien, a pesar de las insalvables diferencias que mantuvimos sobre la temporada bonitera (sigo pensando que no había más verdad que la de un servidor). Acaba de cumplir 82 años (y unos meses) y nos dejó en Facebook un regalo en forma de reflexión (moral o vital, qué sé yo), que suscribo por completo: “No tengo sabiduría que impartir. Lo que sí tengo es capacidad para ir olvidando lo prescindible de mi vida, para reducir e incluso eliminar los rencores y mantener activos los cariños, para comprender que el yo es una tarea incesante: no conviene permitir que se detenga en la vejez, que se instale en la amargura, el cinismo, la renuncia al aprendizaje. Lo que sí tengo es la curiosidad intacta”. Es escritor, traductor, es antólogo y tangerino. Se llama Ramón Buenaventura.

“Como compensación a la derrota se ha engrandecido el léxico patrio con palabras tan justas y necesarias como bloque bajo, atacar los espacios, desmarque interior de ruptura o superar líneas en conducción”

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El orden de los factores sí altera el producto lingüístico. Y lo dice un amante del hipérbaton. Leo en un titular que “Mónica Oltra [exvicepresidenta valenciana y exconsejera de Igualdad y Políticas Inclusivas] reaparece tras cinco meses en un acto sobre desigualdad”. O sea: ¿estuvo nada menos que cinco meses oculta en un acto sobre la desigualdad? Sí, sé lo que quiere decir, pero ayúdeme, señor periodista, colocando los sintagmas en su orden lógico. Otro ejemplo al canto: “Concha Velasco cumple 83 años en la residencia”. O sea: ¿lleva tan gran actriz nada menos que 83 años en una residencia? Que sí, que sé lo que quiere decir, pero ayúdeme, señora periodista, colocando las palabras y grupos de palabras en el orden que tienen habitualmente en el discurso. Incluso con una modesta comita se hubiese solucionado la cosa. Una sola, no como aquel alumno mío que las escribía a cascoporro al entender que se trataba de un signo ortográfico muy de mi agrado y que mucho subía la nota.

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Y como esta columna comenzó con fútbol, de buena ley será que el calambur de mi amigo invisible al balompié se refiera. Me deja en el buzón el siguiente: “Elche: Granada lidera”. Parece un resumen de algún encuentro en el que “el equipo nazarí” se alzara con el liderazgo en el campo del “combinado franquiverde”. Pero léanlo rápido y les sonará a una cosa rojísima: “El Ché gran adalid era”. A mí no me miren.

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