En su conocida obra El arte de la prudencia, Baltasar Gracián titula su aforismo 286 “No contraer ni desmedidas deudas de gratitud, ni con cualquiera: eso sería ser esclavo, y serlo de todos”. En las líneas que siguen, me van a permitir que exponga las consideraciones que me suscita tan interesante apotegma, que voy a relacionar, lo advierto ya, con los compromisos políticos existentes entre el Gobierno y ERC.

1) Comienza Gracián hablando de deudas. Más que de las significaciones gramaticales de esta palabra prefiero partir de una visión algo diferente y que se sitúa en el mundo de los convenios bilaterales con deudas recíprocas. La razón por la que adopto este punto de partida es porque se entenderá mejor lo que voy a decir si nos situamos en un ámbito tan amplio como el de los compromisos políticos.

Como es sabido, los seres humanos celebramos con mucha frecuencia pactos o convenios bilaterales en virtud de los cuales se generan obligaciones recíprocas para ambas partes que pueden consistir en dar algo, hacer algo o no hacer algo. Los pactos que asume cada parte pueden ser cumplidos simultáneamente o a distinto tiempo. En el primer caso, se habla de ejecución instantánea de los comportamientos de ambas partes y en el segundo de cumplimiento sucesivo: temporalmente cumple primero uno y después el otro. Cuando sucede esto último, el que cumple primero es acreedor del segundo o, visto desde la perspectiva del que debe aún el cumplimiento de su obligación, este es deudor de aquel, hasta que cumpla.

2) Gracián refiere su aforismo a las deudas de gratitud: “Sentimiento que obliga a una persona a estimar el beneficio o favor que otro le ha hecho o querido hacer, y corresponderle de alguna manera”. El sentimiento de gratitud es tan amplio que en él cabe, como dice el significado de la palabra, todo tipo de favores o beneficios. También, por lo tanto, los políticos. Y aunque en el caso de las relaciones entre el Gobierno y ERC podría pensarse que la “gratitud” es mutua porque ambos se han hecho y hacen beneficios y favores recíprocos, considero que el primero en pedir y el más favorecido es el Gobierno: este fue el que solicitó la confianza de la Cámara de Diputados y el que ha demandado el apoyo parlamentario para la aprobación de las leyes.

3) Gracián advierte de que las deudas de gratitud que se contraigan no sean desmesuradas.; es decir, excesivas, mayores de lo común. En este punto, conviene tener en cuenta varias circunstancias personales de los implicados que hacen muy difícil que no se traspasen los límites de lo “común”. En efecto, el que tiene ante sí la posibilidad real de obtener la confianza del Congreso de los Diputados suele estar en un estado de euforia tal que cualquier deuda de gratitud que deba asumir le parecerá pequeña. Y será tal su voluntad de alcanzar el poder que incluso convertirá los posibles inconvenientes de los compromisos a aceptar en claros beneficios porque será él y no otro el investido.

Pero también hay circunstancias personales que configuran la postura del que otorga la confianza al candidato. Por muy adversarios y hasta enemigos que hayan sido en el pasado, no debe olvidarse que estamos en el campo del poder y como escribí en mi novela El Campo de Bucéfalo, “en el campo del poder no crece la flor de la amistad, sino solo la del interés”. Lo cual suele traducirse en que se busquen intereses comunes en torno a los cuales construir los compromisos futuros.

4) No contraer las deudas de gratitud excesivas con cualquiera. Tiene razón Gracián cuando nos dice que elijamos bien al acreedor: no puede ser cualquiera. Pero ya hemos dicho que en el ámbito de la política no es fácil poder elegir con quien se pacta y que los pactos solo se cumplen cuando interesan a todos.

5) La última admonición de Gracián es que no tener en cuenta el aforismo supone convertirse en esclavo de todos.

Una vez que hemos examinado el apotegma de Baltasar Gracián estamos en condiciones de valorar las relaciones entre el Gobierno y ERC, que son en las que viene sosteniéndose la actual legislatura.

Hoy no existe ya ninguna duda de que el actual Gobierno, además de los compromisos inherentes a las exigencias de la coalición con Unidas Podemos, intercambió, al menos con ERC, los votos de la investidura por concesiones políticas relacionadas con la condena de algunos de sus dirigentes por los delitos del 1 de Octubre.

"El Gobierno asumió 'deudas excesivas' ante un mal acreedor que lo tiene convertido en su esclavo"

Los indultos, la supresión del delito de sedición, la modificación del delito de malversación, son parte de las deudas que ha ido pagando el Gobierno. Como los pactos no se han hecho públicos no se sabe si son deudas aplazadas desde la investidura o son nuevos compromisos que ha ido asumiendo el Gobierno por los sucesivos apoyos parlamentarios que ha recibido el Ejecutivo.

Lo importante no es, sin embargo, si estamos pagando deudas antiguas o nuevas, sino cómo habría que calificar las deudas que asumió el Gobierno a la luz del aforismo de Gracián. Por las razones que paso a exponer, tengo para mí que el Gobierno asumió “deudas excesivas” ante un mal acreedor que lo tiene convertido en su esclavo.

En efecto, estos días se están reformando los delitos de sedición y de malversación para eliminar totalmente el carácter delictivo de las conductas de los independentistas. El resultado final será que si una autoridad del Estado atenta contra la soberanía nacional, contra la forma política del Estado, contra el principio de la unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, habrá realizado simplemente disturbios graves cualificados. Y en cuanto a la utilización de los fondos de todos para la comisión de estos actos, tampoco sucederá nada porque utilizarlos para organizar un ataque contra los principios esenciales de nuestro Estado democrático será menos grave que quedárselos uno mismo. ¡Increíble pero cierto!