Inventario de perplejidades

Disgustos desde el norte de África

José Manuel Ponte

José Manuel Ponte

Desde hace poco más de un siglo, del norte de África, la conocida por el Magreb, no nos llegan más que disgustos. Uno de los más oprobiosos fue el desastre de Annual, cuando tropas mahometanas, al mando del renegado Abd el-Krim, pasaron a cuchillo a miles de soldados españoles, que huían en desbandada por tierras del Rif.

Luego vino el desembarco de Alhucemas y la represión por parte de la potencia colonial, una tarea en la que destacó el militar gallego Francisco Franco quien, andando el tiempo, se convertiría en caudillo victorioso del bando nacional en la Guerra Civil, y en dictador durante casi cuarenta años hasta el mismo día de su muerte. La aventura africana le proporcionó a Franco una experiencia muy valiosa sobre el comportamiento en combate de la soldadesca magrebí, al tiempo que le permitía ir dibujando el perfil heroico de su biografía.

Los disgustos que nos llegan desde el norte de África ya son una constante histórica. En ese territorio aterrizó el avión (Dragon Rapide) que transportó al general ferrolano desde Canarias. Y también desde ese lugar se organizó el puente aéreo que permitió al ejército rebelde, con la cobertura prestada por la aviación de Hitler y de Mussolini, salvar el estrecho de Gibraltar, e iniciar un rápido avance por tierra sobre Andalucía y Extremadura. La participación de tropas mahometanas en lo que Franco denominó como una cruzada religiosa para salvar a España del ateísmo y de la disolución moral es una de las paradojas tragicómicas de aquel disparate fratricida. Del paso de los mercenarios rifeños por la España en guerra hay huellas evidentes. En algunos parajes todavía pueden apreciarse las ruinas de cementerios musulmanes, y en ciudades y pueblos del norte del Magreb aún viven ancianos que cobran del Estado español modestas pensiones militares. Y el mismo Franco durante años tuvo una guardia mora para su protección personal. Era un destacamento a caballo que vestía de forma espectacular, con turbante y los arreos propios de la guardia de un sátrapa oriental. La complicidad de Franco con sus antiguos compañeros de armas llegó al extremo de nombrar capitán general de Galicia al general Ben Mizzian, que acabó de ministro de Defensa de un Marruecos independiente. La guerra de Ifni concluyó con una reducción sustancial de la presencia española en el territorio.

Pero más dolorosa todavía resultó la “marcha verde”, un multitudinario avance de gente desarmada con el objetivo de desbordar la frontera. La tensión iba en aumento a medida que la peripatética excursión se acercaba al lugar donde aguardaba el ejército. Al parecer, en un breve periodo de lucidez, el general Franco pudiera haber ordenado disparar contra los invasores desde la cama del hospital donde agonizaba. Lo que sí parece cierto es que el Gobierno de Estados Unidos dio el visto bueno a una operación muy rentable por sus yacimientos de petróleo, fosfatos, y otros minerales, además del rico banco de pesca del Sáhara, del que se beneficiaba la flota pesquera española. Teníamos la impresión, a lo que parece equivocada, de que nuestra nación gozaba de especial aprecio por parte de Washington, entre otras consideraciones por el regalo de las estratégicas bases de Rota y Morón. El mismo cambio de actitud respecto al contencioso sobre el Sáhara no deja lugar a equívoco.

Y por si faltaba algún otro disgusto desde el norte de África ahí tuvimos la eliminación en el campeonato del mundo de fútbol en Catar. Una ofensa imperdonable de la que no podemos culpar al árbitro.

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