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Cuenta atrás para despejar el futuro de Stellantis Vigo

Trabajadores en la factoría de Stellantis en Vigo.

Trabajadores en la factoría de Stellantis en Vigo. / Marta G. Brea

El pasado 19 de agosto en este mismo espacio editorial, FARO alertaba de la imperiosa necesidad de que la planta de Stellantis en Vigo fuese incluida en las ayudas del Perte del motor que había lanzado el Gobierno no solo para apuntalar un sector clave en la economía gallega, sino para impulsar su cambio hacia el vehículo eléctrico, una transformación histórica que no es el futuro, sino el presente. Un lector no avezado en el ámbito industrial o simplemente que no siga la actualidad diaria de este sector podría pensar que en estos cuatro meses no ha pasado prácticamente nada, cuando la realidad es que se han sucedido una serie de acontecimientos capitales, y no precisamente en la buena dirección, en especial para los intereses de Vigo y su área.

Así que hoy 11 de diciembre la advertencia que lanzó FARO en el mes de agosto ha dejado de ser un toque de atención para convertirse en una llamada de emergencia. Porque las luces rojas de alarma se han activado y el riesgo que corre la planta y las decenas de miles de empleos que genera, de forma directa o indirecta, es más que una quimérica posibilidad. No se trata de crear falsos alarmismos ni de apuntarse al grupo de los apocalípticos, sino de enfocar el asunto con rigor, objetividad y responsabilidad a la vista de los acontecimientos, o mejor dicho a la vista de la más que preocupante falta de noticias que hay en torno a la factoría de Balaídos.

El resultado de la primera convocatoria del Perte ha sido, como ya advirtió este periódico, decepcionante para los intereses de la automoción gallega. La rigidez en los plazos, al no dejar incluir inversiones a ejecutar más allá de 2025, obligó a Stellantis y a su panel de proveedores a presentar un plan de mínimos que se zanjó con una subvención de 15,2 millones de euros a repartir entre las fábricas de Vigo y Villaverde. El principal objetivo de Balaídos, que es acceder a las nuevas plataformas eléctricas del grupo que pilota Carlos Tavares (las STLA), ha quedado pues para una segunda convocatoria del programa de ayudas (el Ministerio de Industria apenas adjudicó 877 millones de los 2.975 posibles) que todavía no tiene el visto bueno de la Comisión Europea (CE) y que está tardando más de la cuenta en concretarse.

Las necesidades de la planta viguesa son de sobra conocidas. Instalar esa nueva plataforma industrial requiere una inversión de 600 millones de euros y aspira a ayudas de los fondos europeos que gestiona el Gobierno por valor de 200 millones (el 25%) para que la multinacional vuelva a apostar por Balaídos dentro de un dispositivo industrial gigantesco tras completarse la absorción de Fiat Chrysler Automóviles por parte del Grupo PSA. Sin plataforma, la factoría gallega se arriesga a perder una de sus dos líneas de producción, lo que supondría destruir la mitad del empleo del taller de montaje (alrededor de 2.500 trabajadores), con el efecto multiplicador que tendría esto para el conjunto del sector (se estima que cada empleo directo en Stellantis genera tres indirectos en la cadena de valor del automóvil, por lo que el volumen de puestos en riesgo supera los 7.500). De consumarse esta pérdida, la factoría viguesa quedaría, además, por decirlo coloquialmente, herida de muerte desde el punto de vista de la competitividad, lo que complicaría recibir cualquier inversión posterior. Y su mera supervivencia.

Ante semejante escenario, lo lógico sería que cualquier administración se apresurase a tomar decisiones. Pero en Madrid, más allá de buenas intenciones y declaraciones públicas de apoyo, no se ha tomado a día de hoy ninguna concreta. La ministra de Industria (y ahora candidata del PSOE a la Alcaldía de Madrid) garantizó públicamente fondos para la nueva plataforma de Stellantis, pero en las reuniones de trabajo que el grupo francés mantiene con los técnicos de Industria lo cierto es que no hay avances, y el tiempo apremia. Las declaraciones del director de Balaídos de la semana pasada lo corroboran: “El grupo va a decidir y va a tomar las decisiones de cada plataforma con lupa”. ¿Y cuándo se tomarán esas decisiones? A principios del año que viene. Es decir, ya. El nerviosismo entre los directivos de Stellantis en España es más que evidente, sobre todo porque en estos últimos cuatro meses el grupo ha ido confirmando nuevas inversiones en plantas rivales de las de Vigo, Madrid y Zaragoza, como son las de Marruecos (Kénitra) y Argelia, pero también en Francia, Italia o Polonia.

"El riesgo que corre la planta y las decenas de miles de empleos que genera, de forma directa o indirecta, es más que una quimérica posibilidad"

Así que no hay ni un minuto que perder. Con el Perte –el Ministerio debe concretar a la mayor brevedad, como exige el director de la planta viguesa, Ignacio Bueno, el esquema de ayudas de la segunda convocatoria–, pero también con otra demanda histórica de la automoción gallega como es el enganche de Balaídos a la red de Muy Alta Tensión (MAT), una infraestructura que pondría fin de una vez por todas a los microcortes de tensión que generan pérdidas millonarias de producción y averías en los talleres de Stellantis y de otras fábricas como las de GKN Driveline, por ejemplo, y que permitiría a las empresas viguesas competir en igualdad de condiciones en el recibo eléctrico. Es un proyecto vital e irrenunciable para el grupo, clave para fijar esta industria en el territorio. El Ministerio de Transición Ecológica, tras excluirlo incomprensiblemente de la planificación de Red Eléctrica de España (REE) al menos hasta 2026, se abre ahora a revisar su inclusión el próximo año. No puede haber otra marcha atrás con el proyecto.

Como el Gobierno, la Xunta también tiene que arrimar el hombro para sostener a la primera industria del sur de Galicia, responsable de un tercio de las exportaciones de la comunidad y germen de un ecosistema de innovación único en el Noroeste. Y lo mismo el Concello y la Zona Franca, el gran casero de Stellantis. Nos jugamos el pan de todo un territorio y una parte nada desdeñable del PIB gallego. Pero crear unas condiciones favorables para la inversión –con dinero público– exige también un retorno por parte de la empresa. No puede ser un cheque en blanco. Crear empleo de calidad, seguir innovando en Galicia y, por qué no, diversificar el portafolio de actividades que se realizan, asumiendo, por ejemplo, nuevos roles en el diseño y desarrollo de los vehículos, debe ser la contrapartida. Tampoco debemos renunciar a acoger una planta de baterías para el coche eléctrico, lo que de verdad sería un vuelco transformador para todo el sector del automóvil en la comunidad. Porque, ¿qué tiene Sagunto que no tenga el área de Vigo?