Derechos humanos y el Mundial de Catar

Juan Carlos Herrero

Juan Carlos Herrero

El presidente de la FIFA, Gianni Infantino, es hijo de emigrantes italianos a Suiza. Hecho a su imagen y semejanza, limpiaba vagones de tren y vendía la prensa que le inspiró futbolísticamente, y tanto. Los quioscos, aun siendo humildes, pueden ser una biblioteca alejandrina cuyo conocimiento te eleva al cielo, a presidir la FIFA nada menos.

Es lo que tiene Occidente. Vete tú a Catar a presidir algo siendo de fuera. De fuera trajeron el fútbol los ingleses con prospecciones mineras de Río Tinto. En Catar, bajo el protectorado inglés, a mediados del siglo XX, esa misma inculturación hizo volar sotanas, thobes catarís, para dar patadas al balón. De aquellas perforaciones estos logros balompédicos: un estadio de fútbol que rebaja la temperatura ambiente de los cincuenta a los veinte grados, y todo sin emisiones, muy sostenible.

Gianni Infantino tuvo la suerte de nacer en Occidente, es por ello que nos tilda de “hipócritas”. Dice: “Europa debe pedir perdón durante tres mil años a Oriente”. Exonera así a los ingleses, que son los que trajeron la pelotita y ahora reniegan de Europa, como Infantino que es suizo, está en medio pero no es Europa. Nos echa la culpa geográfica, por longitud, como si fuese el papa Alejandro VI trazando meridianos. Ya le vale. Ignora que el ochenta por ciento de la población catarí, siendo emigrantes, no van a tocar el cielo como él, si acaso levantando rascacielos donde se la juegan.

Se siente el suizo, tras llamarnos hipócritas, por este orden: catarí, árabe, africano, gay, discapacitado y trabajador emigrante de Catar. ¡Vaya tela! Se dejó al cuarenta por ciento de los catarís, las mujeres. Si miramos la matriz ONU para Catar “medidores en derechos humanos”, de diecisiete preceptos solo se libran siete, pero les dan el mundial.

Este incumplimiento no evitó que el petróleo levantase en tiempo récord una “Roma” olímpica-arábiga que amamanta a “Rómulo” y “Remo”, los absolutistas Al Thani, fundación mítica que semeja más una vaca que una loba. La FIFA mece las ubres de esa tierra preñada de gas y harta de dólares.

Joseph Blatter, que fue el presidente FIFA vocero de Catar, le echa la culpa al francés Platini –Sarkozy por medio– de irregularidades, los fantasmas que vuelan como la espectral mascota catarí bajo las ubres de una vaca.

Rico y epulón, Infantino puede sentirse lo que le venga en gana pero su neutralidad suiza, ni le permite insultar a Europa y menos aún tapar esos diez preceptos exigidos del estricto cumplimiento de los derechos humanos para Catar, que no es mecer la vaca, es distinto.

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