Crónica Política

El silencio

Javier Sánchez de Dios

Javier Sánchez de Dios

Sorprende, la verdad sea dicha –y no poco– el silencio, relativo pero casi tangible, con el que Vigo y Galicia en general, ha recibido lo que son evidentes avisos de “Stellantis”, algunos de ellos, acaso los más significativos, publicados a traves de noticias en este periódico. Y sorprende porque ni la comunidad, ni su ciudad más dinámica, pueden permitirse no ya arriesgar la continuidad aquí de la factoría de Balaídos, y el silencio, la falta de respuesta, sino, una invitación suicida a que lo haga, desde luego una temeridad rayana a la locura. Tanto que alguien ha llegado a pensar que quienes deben sí que han tomado nota y movido ficha pero que se lo callarán.

El silencio, y quizá parte de la solución –las decisiones que provocan alarma ya están tomadas– hasta que en vísperas de las elecciones de mayo salgan con alguna “bomba” que resuelva la encrucijada y les aumente la cosecha electoral. No parece que eso sea posible, por su insensatez y el riesgo que supondría cualquier retraso en la reacción, sino porque no parece que ese proceder no cabe en mentes que aspiran al maquiavelismo pero que carecen de la inteligencia del maestro renacentista. Pero sea como fuere, los hechos son los hechos: la multinacional ha comunicado oficialmente fuertes inversiones en Marruecos y Argelia, donde, aparte de reforzar la influencia francesa, fabricará modelos en competencia –o sintonía con Vigo–, y la dispersión de varios de sus centros productivos.

Todo ello sin que se sepa de alguna respuesta del Gobierno central a sus reiteradas reclamaciones de una conexión MAT –a la red de Muy Alta Tensión– ni de los fondos del Perte de la automoción y menos aún de si hay plazo de cumplimiento de las promesas que se formularon no hace demasiado tiempo y en las que se “garantizaba” resolver “cuanto antes” esas y otras varias cuestiones pendientes. Una vez más, las dudas –y quizá sea quedarse corto– sobrevuelan las palabras, por muy halagüeñas que suenen al oído de los ilusos, los hooligans gubernamentales o aquellos a los que no les queda más remedio que jalear, aunque, eso sí, a tanto, y al contado, por aplauso, cuando salga de las bocas de la coalición.

A estas alturas parece una frivolidad insistir en que Stellantis es, para la economía de Vigo y Galicia, vital y que cualquier riesgo para su continuidad es inaceptable. Sobre todo cuando es muy difícil que se repita la “suerte” que hubo en el caso de “Barreras”, con otro astillero ya radicado en Vigo que logró ganar el concurso convirtiendo así mantener a la construcción naval privada en el primer puesto de prestigio y en el mismo lugar en el que se lo había ganado. Por ese motivo, y no parece que sea necesario extenderse en ello, es exigible una reacción conjunta de todos los que en Galicia significan algo, pasen cerca del poder y, si falta hiciere, se planten no ya ante un Ministerio, sino ante Moncloa para reclamar lo que es irrenunciable.

Hay algo que la experiencia ha demostrado y que por tanto no necesita más opiniones: el largo silencio de Galicia, aunque expresivo, no es bastante para defender sus intereses. Y la disparatada política que hacia las empresas desarrollan y predican algunos ultraizquierdistas que forman parte del equipo gubernamental, es suicida a medio plazo. Entre otros motivos porque crea dos aspectos que los futuros inversores, si los hay, jamás admitirán: uno, la inseguridad jurídica o la aprobación de leyes y aplicación de una fiscalidad publicista y un ambiente general más propio de regímenes de otra época. Y esta tierra del Noroeste lejano merece otra cosa, diferente a la que se le aplica desde la llamada “gobernanza”. Y lo demuestra elección tras elección: quizá ocurra que algunos sigan creyendo en la idiotez del voto “inducido” y otras perlas gramaticales de los coros y danzas habituales, pero ya no cuela.

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